5 de agosto de 2014

1467- CABANES. ANTIGUOS OFICIOS.

Cabanes, como el resto de localidades de su entorno, no tuvo el agua potable domiciliaria hasta la década de 1960. Es más, hasta 1925 ni siquiera tenía la Fuente del Buensuceso que luce en el centro de la plaza mayor y el oficio de aguador era rentable y agradecido por los vecinos. Como ya he contado muchas veces, el agua de la fuente de Cabanes proviene de una finca de mi abuelo materno en "el Racó dels Pardos", enclavado en la cabecera del "Barranc de les Santes o de Ritxer". Hasta esa fecha las gentes de Cabanes apenas tenían agua para lo más necesario. Beber, hacer la comida y (de vez en cuando) lavar la ropa. Lo de la ducha diaria, ni siquiera semanal, todavía no estaba inventado en estos parajes. 

Tres balsas mitigaban la sed de las bestias y el ganado a su regreso del campo al anochecer: la Bassa de la Teulería, la Bassa d'Amunt y la Bassa Nova. Para las necesidades básicas de la población: el Pou d'Engrasses, Povet d'Amunt, Povet d'Avall y el de la Cava que traía las aguas hasta la Font Vella, enclavada junto a los lavaderos municipales y más tarde a la confluencia del "carrer de la Font y Castelló". En épocas de sequía que eran muchas y largas, estos profundos pozos eran exiguos manantiales, un hilillo que apenas permitía sacar agua en latas de conserva con menos de un litro de capacidad en cada uno de los lanzamientos que se hacían con delgadas cuerdas de esparto. Sacarla con un cubo era imposible pues en el fondo apenas había 20 cm. de agua. Un laborioso trabajo reunir cada día el agua necesaria para cubrir las necesidades más básicas. Desde el Pla de l'Arc, donde proliferan algunas norias de aguas superficiales, bajaban masoveros con toneles sobre la caja de sus carros a vender agua por las calles. Por una módica cantidad los mas pudientes se abastecían del imprescindible elemento sin tener que soportar las colas interminables de los citados pozos. A principios del siglo XX a uno de aquellos aguadores del pueblo de Cabanes se le murió de repente el mulo con el que solía mitigar la sed de nuestro pueblo.


El hombre no tenía el dinero suficiente para comprar otro y el griterío y los llantos familiares alertaron a los vecinos de las masías colindantes. Esos llantos todavía los ha visto quien escribe, ya en la década de 1960. Indudablemente, en aquellas fechas, la muerte del mulo era una de las desgracias familiares más importantes que podían darse en cualquier casa, pues la mayor parte de los trabajos e ingresos familiares venían con la ayuda de dichos animales. Con ellos se araba la tierra, se acarreaba leña, se llevaban las cosechas a la casa e incluso servían también como vehículo de transporte. Como les decía, los vecinos del masovero intuyendo una desgracia sin paliativo acudieron rápidamente a socorrerles, ante tantos gritos y sollozos. A una indicación del dueño de la casa todos se agolparon a la puerta del corral, que daba a la cocina.


No era para dar calor a la casa y mucho menos como ambientador de la misma, pero en aquellos tiempos las masías y también muchas de las casas de los pueblos eran así. Una entrada en la que se ponía el carro y los aperos de labranza, una cocina-comedor, una estrecha escalera para acceder al piso superior y el corral del mulo. Las casas grandes podían tener también un patio interior donde se criaban animales menores como gallinas o conejos. La cuestión es que todos los vecinos agolpados alrededor del mulo muerto se ofrecieron a ayudar al aguador a cargar el animal y llevarlo al "barranquet", un pequeña riera que hay en las inmediaciones y que era donde solían depositarse los animales muertos.


Realizado el trabajo de deshacerse del cuerpo del animal los ánimos se calmaron. El tío "Fau" invitó a los presentes a unos vasos de vino y hasta se animaron a hacer una partida al "tute". Entre sorbo y sorbo la conversación giró sobre la necesidad de comprar un nuevo mulo y la solución estaba allí mismo puesto que uno de los vecinos se dedicaba al oficio de tratante de animales. Como buen amigo, le aconsejó un mulo joven y de buena talla y tras la partida vieron lo que el tratante tenía disponible en aquel momento. Rápidamente el aguador y bodeguero eligió el animal de su interés pero, como siempre, el problema estaba en el precio. Lo buen o siempre vale dinero...


Los 140 duros (700 pesetas)* pedidos por el tratante era mucho dinero, de ahí los llantos cuando moría un animal. El tío Fau no disponía de ese capital, aunque no era mucho lo que le faltaba. El regateo sobre el precio no se hizo esperar y aunque el vecino le quitó algo no dio solución al problema.
  -  Mira Manolo -le dijo el tio Fau al tratante- El animal me gusta y el precio es justo, pero no tengo bastante dinero para pagarte. Te propongo pagarte 100 duros ahora mismo y que me aplaces el pago de los 40 duros restantes a un año, como máximo. Si no llueve te pagaré antes de cuatro meses y si llueve lo haré en doce meses. El tratante no daba crédito a lo que el tío Fau le estaba diciendo. Sabía que tenía unas buenas viñas y a más lluvia mejor cosecha. Entonces, ¿por qué su cliente se lo había dicho al revés?.

  - Perdone tío Fau pero creo que se ha equivocado. Supongo que ha querido decirme que si llueve podrá pagarme antes, ¿no es así? -le dijo sonriendo el tratante.
  - No amigo no. No sé si sabrás que los días en que no tengo trabajo en el campo me dedico a llevar agua a Cabanes con un tonel. La vendo barata pero me saco un buen jornal. Si llueve la gente almacena el agua que cae de los tejados y no me compra. Si no llueve reuniré más pronto el dinero. La cosecha de la uva está lejos y el vino nuevo, más aún...

RAFAEL FABREGAT

(*).- Esta cifra son algo más de 4 euros actuales. (1 € = 166,386 ptas.)

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