22 de abril de 2014

1346- LA MÁS PURA VERDAD.

En todos los órdenes de la vida, somos muchos los que buscamos la verdad de las cosas. Desde el lugareño que pastorea sus ovejas en los campos de una aldea deshabitada, acostumbrado a vivir en la soledad más absoluta, hasta el más listo de los ejecutivos de Manhattan, que vive y convive con la élite de abogados y corredores de bolsa de Wall Street o con los magos de la banca y la política a quienes el resto de la humanidad no les importamos absolutamente nada. Todos, todos buscamos la verdad.


En la religión, en la política, en nuestras relaciones con los demás. Unos por interés, otros por simple curiosidad, otros con la clara convicción de que saber anticipadamente las cosas es la mejor forma de aumentar prestigio y poder. Saber la verdad, antes de que los demás ni siquiera la intuyan, es tener los cuatro ases de la baraja en tus manos. Después, una vez uno sea poseedor de la verdad, ya puede dirigir el torpe rebaño a voluntad. ¡La verdad...! Nada hay más importante, tan valioso como ser poseedor de la verdad.


Pero... ¿donde está la verdad, cual es, quien la tiene?. La verdad no la sabe nadie, no la dice nadie, porque decir la verdad es quedarte desnudo frente a los demás. La verdad te deja desvalido, indefenso, sin escudo de protección. Solo el necio y el sabio, que se ríen de todo y de todos, pueden decir la verdad. Pueden decirla porque les da todo igual, porque no temen a las consecuencias. Nada tiene que perder quien ya lo ha perdido todo. ¿Los amigos?. ¿Donde está el amigo sincero, el que te ofrece amistad verdadera y hombro donde apoyarte, el que se interesa por tus problemas haciéndolos suyos?. Si alguien duda de la autenticidad de una amistad, que la ponga a prueba. Nadie va a la fuente que está cerrada o de la que solo sale barro. No pregunta donde está el problema y menos aún intenta solucionar el atasco. Simplemente deja de ir.


No hay sinceridad porque el amor de la amistad no existe y menos aún la caridad, en un mundo de tunantes empedernidos que aprovecharán tu ayuda para beneficio propio. ¡Y el amigo fiel...! ¿Donde está?, ¿quien es?. El que tiene suerte, tiene compañeros para ir de viaje, pasar un día en el campo, ir a merendar o a tomar una copa, salir una noche de fiesta, pero eso no es a mí entender un amigo. Un amigo es alguien a quien poder contarle tus penas sin que se ría de ellas, una mano tendida que te ayude a levantarte si tropiezas, una palabra amiga que muestre cariño y comprensión ante la adversidad. ¿Qué te pasa?. ¡Tranquilo, aquí estoy yo!. Sin condiciones ni contrapartidas.


Lo demás... son compañeros de viaje a los que, si se tercia, podemos agradecer que quieran viajar con nosotros. Pero eso es recíproco, porque en este autobús viajamos todos. ¡La verdad...! Es tan escasa que solo florece en su parte más desagradable. La verdad, nuestra verdad, solo sale de nuestra boca cuando estamos asqueados y fuera de sí. No en palabras huecas de elogio, porque el elogio es hipocresía, nunca la verdad, ni siquiera lo que pensamos en realidad. Si fuera verdad no sería un elogio, sino una realidad que por lo visto nadie debe merecer, puesto que no se prodiga. ¡Amigos...! Si para tenerlos hay que ser hipócrita, jamás podré tenerlos. Yo no soy así.

El amigo es el que te sujeta si caes, el compañero de fatigas, el que confía en tí, el que te escucha y aconseja, el que te da cobijo ante la adversidad, el hermano de alma más que de sangre. Porque hay muchos hermanos de sangre que tampoco lo son de corazón, porque no entienden la caridad ni el amor. Esos no llevan la verdad en el alma, ni en el corazón, ni en sus palabras. Son hipócritas, veletas de campanario que el viento mueve a voluntad. No tienen criterio propio y se dejan mecer por los acontecimientos, por los intereses del momento, por el qué dirán y por el qué dijeron.

¡La verdad...! ¿Donde está el pilar que impide que caigas?. ¿Quien tiene la verdad, quien la sujeta fuertemente como estandarte en la adversidad?. Más bien es la hipocresía, la que a todos nos acompaña. Siempre esperando que se vaya el interlocutor para denostarle, para sacar sus defectos a relucir. ¿Quienes somos nosotros para querer sacar los trapos sucios de los demás?. ¿Acaso nuestros pensamientos son tan limpios, como para servir de ejemplo a nadie?. ¡La verdad...! ¿Qué es la verdad, donde está, quien la vende...?. Porque todos deberíamos comprar una poca...

RAFAEL FABREGAT

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