17 de abril de 2014

1340- DE ABRAHAM A JESUCRISTO.

Abraham expulsa a Ismael y a su madre Hagar.
Ismael era el hijo primogénito de Abraham, pero no hijo de su esposa Sara, sino de Hagar la esclava egipcia de ésta. Es por ello que la religión judeocristiana da preferencia a Isaac, segundo hijo de Abraham pero primero y único legítimo, puesto que nace dentro del matrimonio con Sara y con la bendición de Yahvé. Este es por tanto el heredero de la "Tierra Prometida"
Ante los contínuos desprecios de Ismael por su hermano Isaac, atendiendo los deseos de su esposa, Abraham expulsó de su casa a Ismael y a su madre Hagar. Ambos vagaron por el desierto hasta que años más tarde Ismael se casó con una princesa egipcia. Una de sus hijas se casó con Esaú, hijo de su hermano Isaac. Ismael murió a los 137 años de edad (G. 25:17).
Isaac era pues el hijo legítimo de Abraham y Sara, su esposa. Isaac se casó con Rebeca que resultó ser estéril motivo por el cual el hombre imploró a Dios la fertilidad de su esposa y finalmente Éste le concedió dos hijos gemelos: Esaú y Jacob
La preferencia paterna por Esaú provocó los celos de Jacob y éste, más inteligente, un día que el hermano llegó a la casa desfallecido compró a Esaú la primogenitura por un plato de lentejas, aunque nada dijeron a su padre Isaac.


Isaac bendice equivocadamente a Jacob.
Muchos años después, cuando Isaac envejeció y había quedado casi ciego, mandó a Esaú a cazar para celebrar el acto de bendición con el que le cedía el cargo de patriarca de la familia y la herencia correspondiente por ser el primogénito. Oído esto por Rebeca, le dijo a Jacob que degollara dos cabritos y se hiciera pasar por su hermano para que fuera él quien recibiera la bendición y la herencia. Respondió Jacob que su padre le reconocería porque Esaú era muy velludo y él lampiño, por lo que Rebeca le colocó parte de las pieles de los cabritos en sus manos y lo llevó a presencia de Isaac haciéndole pasar por su hermano. Como sea que la voz que escuchaba no le parecía la de Esaú, Isaac le pidió que se acercara y al tocar las peludas manos le dio su bendición. Marchó Jacob y cuando regresó Esaú y conoció lo ocurrido juró matar a su hermano.


Jacob se enamora de su prima Raquel.
Enterada Rebeca de las intenciones asesinas de Esaú hizo huir a Jacob a la casa de su tío Labán, hermano de la madre. Enterado Esaú de la marcha de Jacob, mandó a su hijo Elifaz para que lo matara y recobrara sus pertenencias. La venganza no se llevó a cabo pero sí la recuperación de lo heredado. Al llegar a Haran, Jacob se enamoró de su prima Raquel, la hija menor de su tío Labán. Un mes después Jacob pidió su mano a Labán y careciendo de dote le ofreció a su tío siete años de trabajo que éste aceptó. Pasaron los siete años y cuando Jacob reclamó la mano de Raquel, Labán le dijo que no podía dar la hija menor sin estar la mayor (Lea) comprometida y que era ésta la que podía darle. Ante el rechazo de Jacob, su tío le ofreció a Raquel siempre que también cogiera a Lea

Jacob con sus hijos.
Aunque Jacob solo amaba a Raquel se casó con ambas y trabajó siete años más para su tío Labán. Ante los continuos desprecios a Lea, Dios lo castigó convirtiendo a Raquel en estéril. Mientras tanto Lea le dio de inmediato cuatro hijos: Rubén, Simeón, Leví y Judá. Incapaz de procrear y celosa de su hermana, Raquel propuso a Jacob que tuviera hijos con su criada Bilha que dio a luz a Dan y Neftalí. Visto lo que había hecho su hermana, también Lea propuso a Jacob que tuviera hijos con su criada Zilpa que le dio a Gad y Aser. Lea volvió a quedar fértil y tuvo a Isacar, Zabulón y Dina. Dios se acordó entonces de Raquel y la hizo fértil dándole a Jacob dos hijos más: José y Benjamín, éste último ya camino de la Tierra Prometida, pues terminado el compromiso que tenía con su tío, Jacob marchó con sus esposas e hijos.


José vendido por sus hermanos a los mercaderes.
De camino se le apareció Dios a Jacob y le dijo que en adelante se llamaría Israel. Durante un tiempo se establecieron en Sucot pero fue cuando viajaban posteriormente a Efrata, camino de Belén, cuando Raquel tuvo a su hijo Benjamín, muriendo en el parto y siendo enterrada a las afueras de Belén donde su tumba es visitada por gentes de todo el mundo. Isaac murió a la edad de 180 años, 44 después de bendecir equivocadamente a Jacob y que éste marchara a la casa de su tío Labán. También en aquellos tiempos los hijos mayores de Jacob vendieron a su hermano José a unos mercaderes, como consecuencia de los celos que le tenían. Establecido en Egipto José llegó a ser Gobernador de aquellas tierras, solo por debajo del Faraón. Sus descendientes se contaminaron de la vida material de ese imperio, aunque la Biblia cuenta que Jacob llegó a vivir un tiempo en las tierras de Gosén (José). 


Jacob reúne a sus hijos en el lecho de muerte.
No sabemos cuantos años más viviría Lea, su primera esposa, hermana mayor de Raquel. Tampoco sabemos si por fin Jacob aprendió a amarla. Solo se sabe que a su muerte Jacob la enterró en la Caverna de los Patriarcas en Hebrón lugar que, aún sin ser su favorita, le correspondía por ser su primera esposa. Al final de su vida, Jacob reunió a sus hijos junto al lecho de muerte y los bendijo a todos. Les contó su profundo amor por Raquel pero, quizás arrepentido del desamor con que siempre trató a Lea, pidió ser enterrado con ella. Poco después, recogiendo sus pies en el lecho, expiró. (G. 49:33) 


Atendiendo su voluntad el cuerpo de Jacob fue embalsamado y llevado a las tierras de Canaán donde sería enterrado con su esposa Lea en la Caverna de los Patriarcas. Con sus padres Isaac y Rebeca; con sus abuelos Abraham y Sara... Aún sin ser amada, Lea favoreció la Casa de Israel al concebir seis de los doce hijos de Jacob, que formarían las doce tribus de Israel. 
Fue Lea la que concibió a Judá, del que descendería el rey David, su hijo Salomón y el propio Jesucristo que, según las enseñanzas de la Iglesia Católica, moriría en la Cruz por todos nosotros. Nadie sabe si todo esto sucedió y si fue de esta u otra forma, pero así nos lo cuenta el Génesis y la Sagrada Biblia. Ahora nos corresponde a nosotros extraer nuestra opinión de todo ello, lo que tampoco será seguramente la verdad pero sí "nuestra verdad", la que vale, la que cuenta para cada uno de nosotros.

RAFAEL FABREGAT

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