14 de abril de 2014

1334- EL LAGO WAIAU, DE HAWÁI, SE MUERE IRREMISIBLEMENTE.

Casi en la cumbre del volcán Mauna Kea, a 3.970 metros de altura sobre el nivel del mar, el lago sagrado Waiau de los antiguos indígenas se muere. Producto de las precipitaciones que caen sobre esta maravillosa isla del Pacífico, este lago ha fluctuado permanentemente pero nadie recuerda haberlo visto casi desaparecido como lo está en la actualidad. El tamaño habitual era de 300 metros de diámetro pero, desde la entrada al siglo XXI, no ha hecho más que mermar de forma imparable. Supongo que las autoridades tendrán que hacer algo al respecto y habrá que ser pronto. De lo contrario, cuando queramos corregirlo será tarde.

El año 2009 el lago Waiau ya solo tenía 100 metros de ancho y 3 metros de profundidad pero en la actualidad tiene 10 metros de ancho y 20 centímetros de altura. Un simple charco que en el momento de escribir este post quizás ya no exista. Supongo que son demasiadas pruebas de que algo ciertamente penoso está próximo a ocurrir en nuestro planeta y que quienes lo dirigen deberían ir pensando en poner remedio a este desastre al que estamos abocados. ¿Hacen falta más pruebas para darse cuenta de que están haciendo las cosas mal?. Somos muchos los que pensamos que no hacen falta más pruebas para saber que algo está cambiando. 


Isla de Hawái y el monte Mauna Kea.
Los bosques tropicales de Hawái se están quedando sin las lluvias que le eran habituales hasta hace bien poco. ¿Qué pasa?. Está claro que nuestros hijos y nietos no respirarán el aire limpio y puro que nosotros todavía conocimos a mediados del siglo XX y dentro de pocas generaciones, muy pocas, vivir en el planeta será poco menos que imposible. No sé si sería una suerte que las energías fósiles se acabaran, pero quizás fuera esa una solución al problema. Sabemos que tal eventualidad traería otra vez la miseria al planeta pero solo la vuelta a esa miseria traerá la estabilidad de la Naturaleza y del ser humano. Es triste decirlo pero está claro que los humanos no sabemos dosificar el bienestar que la técnica nos ha traído. Lo tenemos o no lo tenemos, pero no sabemos utilizarlo con la sensatez que sería deseable.


Quedaron atrás los tiempos en los que antepasados de Kamehameha el Grande 
batían sus tambores clamando a Pelé, la diosa de los volcanes, ascendiendo hasta la cumbre del Mauna Kea donde lanzaban el cordón umbilical de los recién nacidos al lago Waiau como señal de gratitud, ofrenda y entrega a sus designios. Tras siglos de lucha con el semidiós Kamapua'a por el dominio de la isla, la diosa Pelé dividió el poder de la isla en dos mitades dándole a Kamapua'a aquello que más quería, la parte oriental de Hilo, la más verde y tropical. Por ser la diosa de los volcanes, Pelé guardó para sí las más árida y ardiente, la que correspondía a su divinidad.


Hoy el lago Waiau, la puerta del inframundo, ha desaparecido. Seco por completo, ya no es lago ni lugar sagrado donde llevar la ofrenda del cordón umbilical de los recién nacidos. Los dioses ya no están allí. Marcharon de la misma manera que tantas cosas han desaparecido de las vidas de los habitantes de las maravillosas islas hawaianas. Nada es como antes. No se vive de la copra, ni de la pesca y menos aún del intercambio entre los diferentes pueblos isleños del Pacífico. Desde unos años a esta parte es el turismo el que da ocupación directa o indirecta a la mayor parte de la población. 

Los isleños todavía reciben al visitante con los leis de flores pero ya no es un símbolo de amor y amistad como antaño, sino una forma simpática de dar la bienvenida al visitante, de ganarse la voluntad del turista cargado de dólares americanos. Antiguamente el lei se regalaba en las ceremonias y el receptor no podía quitárselo en presencia de la persona que se lo había regalado, de tal manera que en bodas, cumpleaños, etc. con tantos invitados era frecuente que el protagonista apenas pudiera dejar ver su cara por los muchos collares y coronas que llevaba. El lei está prohibido a las embarazadas puesto que puede representar el cordón umbilical del bebé y ser peligroso para él.


Tampoco la histórica "hula" o danza hawaiana es el dramatismo o expresión de la canción (mele) que se relata. Como antaño se acompaña de instrumentos tradicionales y cánticos pero, evolucionado por la presencia occidental, ha dejado de ser la representación de una tragicomedia para convertirse en espectáculo de masas. Esa misma influencia occidental que ha convertido la danza hawaiana en espectáculo le ha quitado también su personalidad y es bastante frecuente ver en Hawai, en una misma velada, diferentes bailes que no son propios de Hawai, sino de otras islas polinesias, que nada tienen que ver con la danza hawaiana. Claro que de madrugada, bien cenados y bien bebidos, ya todo carece de importancia. ¿Quien va a notar la diferencia?. ¡Quiero ir a Hawaaaaiiiiiiiiiiiiiiiiiiii...!

RAFAEL FABREGAT




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