21 de marzo de 2014

1305- LOS LAMECULOS.

Iglesia de Santa María de los Reales Alcáceres de Úbeda. Siglo XIII.
Dicen de las putas que es el oficio más antiguo del mundo, pero no estaría yo tan seguro. 
No vamos a discutir, pero el lameculos ha existido siempre. Además suele ser hereditario. Tiene grandes recompensas pero, claro, para estar toda la vida lamiendo mierda hay que nacer. No es algo que se aprenda. En primer lugar, no has de ser sinvergüenza y con pocos escrúpulos. Es más, para soportarlo has de formar parte de esa misma mierda, única forma de que no te den arcadas. 
Aquel que no ha nacido entre el nauseabundo olor de las cloacas de la vida, no puede soportarlo, le supera. 
Algunos se engañan a sí mismos, pensando que engañan a los demás, sin darse cuenta que forman parte de la propia mierda. No vale la teatralidad. Si lo soportas es porque eres como el que tienes enfrente, delante de tus narices y de tu lengua.

El lameculos nace, no se hace. Es importante también saber qué culos has de lamer. Todos no valen. Actualmente las cosas han cambiado mucho, pero en los años de posguerra y durante toda la vigencia de la dictadura, era común en los pequeños pueblos que los de "derechas" y sus lameculos tuvieran privilegios que no todos disfrutaban. Natural. De haber sido igual para todos, no serían privilegios. 
Sin embargo los pobres, justamente por carecer de todo, tenían el orgullo de no mover su lengua entre el culo y las pelotas de los que mandaban. ¡Solo comeré patatas hervidas -pensarían ellos- pero estarán limpias...! ¿Acaso la vida pasa más despacio para los ricos y sus lameculos?. Pues no señor. En eso Dios fue justo. Al final todos cantaremos Gloria. Los ricos, los pobres y los lameculos. Estos últimos con bastante halitosis, por cierto.

En mi pueblo, como en todos los pueblos de España, había media docena de familias que se dedicaron toda su vida a lamer el culo de las familias pudientes de la localidad. 
A esas familias "ricas", que pasaban tanta hambre como los pobres, se les unía el párroco, los maestros de escuela y los Guardias Civiles. Justamente todos los oficios que más hambre pasaban, pero tenían el poder. 
En aquellos momentos había pocas diferencias entre el plato de los pobres y el de los ricos, pero sí en el poder que ejercían directa o indirectamente en el Ayuntamiento, las escuelas  y al iglesia. Porque también los miembros de la iglesia eran fieles servidores y protagonistas de las fuerzas vivas de la localidad y su unión con alcalde y guardias civiles los convertía en dioses. Hambrientos, pero dioses al fin y al cabo.

En los treinta y tantos años que duró la dictadura en España, la vida de los pueblos se dividía por clases: ricos, pobres, élite política o social y los citados lameculos. Para los que no habían nacido en buena cuna y querían codearse con las altas esferas, lo de ser lameculos era una oportunidad nada despreciable, porque los lameculos eran gente pobre (agricultores, panaderos, etc.) pero siempre apreciada. En una época en la que el papel higiénico no existía, tener a un lameculos a tu servicio debía ser algo de agradecer. Y se agradecía naturalmente, claro que se agradecía. Ser amigo del maestro o del cabo de la Guardia Civil era el súmmum. Ya no digamos si lo eras también del cura, porque a los curas también les gustaba. Y del alcalde, que además era siempre uno de los ricos de la localidad...

Que tus padres fueran lameculos te abría todas las puertas. Tenías acceso al pan, arroz, judías, aceite y mantequilla americana, estabas mejor atendido en la escuela, incluso en verano podías ir gratis de campamento con el Frente de Juventudes. Para mí, que lo de las vacaciones se inventó entonces. (!) 
El lameculos elegía para sus hijos, amiguitos de parecida índole o superior, a fin de que la "especie" se perpetuara... 
Claro que el defecto del pobre, además de ser pobre, es que suele ser orgulloso. ¡Como no tenemos nada más...! 
Y claro está que con orgullo no se puede ejercer el oficio de lameculos, motivo por el cual el estatus de la élite te está vetado. Eres una especie de leproso; sano, pero leproso al fin y al cabo. No destaques en nada ni llames la atención -me decían mis padres- pero yo siempre fui un rebelde... 

Jamás fui persona aduladora y servil. Una de mis grandes metas en esta vida ha sido no necesitar a nadie y, para bien o para mal, lo conseguí. 
Que nadie me envidie por ello, pues tiene más cosas malas que buenas. Además no es propio de mi forma de ser, la vida me empujó a ello. 
Sin embargo soy enemigo de que las cosas se consigan lamiéndole el culo a nadie. 
El que no valga para autónomo que sea eventual. No pasa nada, todos son necesarios y ninguno imprescindible. 
Aquellos tiempos pasaron, pero no del todo. 
Por muy extraño que pueda parecer, en el siglo XXI sigue habiendo lameculos y con las lenguas más largas, si cabe. 
Es innato de la raza humana. 
Siempre habrá gente que, no sabiendo hacer la "O" ni con un canuto, necesitan vivir, fundar una familia, progresar... 
¿Qué le vamos a hacer?. ¡Es lo que hay...!

RAFAEL FABREGAT

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