8 de octubre de 2013

1151- EL RÍO CONGO.

Con una longitud de 4.380 Km. el río Congo es el 8º más largo del mundo y el segundo de África tras el río Nilo. También se le conoce como río Zaire y drena buena parte de la superficie de hasta ocho países. Río y afluentes recorren la selva congoleña, segunda más grande del mundo, tras la amazónica, siendo también el segundo río más caudaloso del mundo (41.300 m3/s) tras el Amazonas. Nace en la República Popular del Congo con el nombre de Lualaba y sube hacia el norte hasta la ciudad de Kisangani, momento en el que gira hacia el oeste. En los casi 1.700 Km. siguientes y hasta el Lago Malebo el río es perfectamente navegable, encontrándose allí con las ciudades Kinshasa y Brazzabille. 

Después el río se estrecha y cae a las profundidades de las Cataratas Livingstone no estabilizándose hasta 70 Km. después cuando llega a las ciudades de Matadi y Boma, a poco más de 100 Km. de su desembocadura. Este tramo del río Congo no navegable lo salvan las innumerables mercaderías que viajan de forma fluvial, por medio de un ferrocarril al efecto. La mayor parte del comercio de África Central viaja a través del río Congo y por lo tanto también por medio del citado ferrocarril. Los últimos 116 Km., entre estas ciudades y su desembocadura en el Atlántico, vuelven a ser navegables. La desembocadura es una zona inundada, junto a la ciudad de Muanda que supera los 5 km. de anchura. 

Durante siglos los muchísimos Km. de recorrido en dirección norte hicieron pensar a gentes africanas y a otras europeas mejor preparadas, que el río Lualaba era un posible afluente del Nilo que nada tenía que ver con el río Congo, tesis defendida por el explorador David Livingstone que lo recorrió en 1866 por el África Central pero sin completarlo. Un anterior intento británico de exploración del río Congo lo había llevado a cabo James Kingston en 1816 y desde su desembocadura, pero no logró superar las Cataratas Livingstone. Por fin, en 1877 Henry Morton Stanley completó el recorrido saliendo desde su nacimiento y hasta llegar al océano Atlántico. Ya perfectamente explorado y cartografiado, la parte navegable fue dotada de vapores fluviales transportados, desde la costa y hasta pasadas las cataratas Livingstone, pieza a pieza y a hombros de porteadores.


Stanley se convertiría más tarde en agente del rey Leopoldo II de Bélgica, un monarca que a la opinión de muchos debería figurar en la lista de criminales más sangrientos del siglo XIX y XX, entre la que figuran Hitler y Stalin, sin saber cual de los tres merece encabezarla. 
Fue la época más sombría de este país africano. 
Lamentando no estar incluido en la lista de las potencias coloniales del momento y resarciéndose de tal postergación, Leopoldo II de Bélgica convirtió al Congo en su empresa privada. 
Bajo artimañas legales y falsos pretextos humanitarios sometió al Congo a una explotación despiadada basada en la entrega de cuotas fijas de caucho y marfil a la Corona. 
Periódicamente agentes a su servicio recogían el material exigido y cuando los poblados no satisfacían las cuotas establecidas eran acusados de robar el material. El castigo eran ejecuciones en masa, violaciones, saqueo y mutilaciones. 
Viajeros ocasionales constataron la existencia de personas de raza negra con manos o piernas cercenadas. 


Curiosamente Leopoldo II había "bautizado" al país con el inverosímil nombre de Estado Libre del Congo. Una verdadera falacia, una burla para una población que atravesaba uno de los peores momentos de su historia. 

El escándalo de los abusos del monarca belga dieron lugar a una campaña propagandística que culminó con el envío de varios despachos acusatorios del cónsul inglés a su gobierno británico confirmando las denuncias de la prensa. En 1905 una comisión internacional visitó el Congo y constató el difícil momento que atravesaba la población de este territorio y las causas que la habían abocado a ello. Esa misma presión internacional obligó a la renuncia de Leopoldo II a su control sobre el territorio y el Parlamento belga aprobó su anexión al Estado. Ajeno a la barbarie de los hombres, el río Congo siguió bajando impasible, desde sus fuentes en el Lago Bangweulu hasta el estuario habitado por la tribu de los Bakongos, 4.380 Km. más abajo. Escenario de grandes desastres humanitarios, provocados por la inocencia de sus gentes, por su indefensión y por la ambición desmedida de unos pocos desalmados.

RAFAEL FABREGAT

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