25 de agosto de 2013

1107- VIAJAR PARA CONOCER.

Quienes me conocen saben de mi animadversión hacia Inglaterra, que no hacia los ingleses. Sin ninguna duda, como en cualquier parte del mundo, allí habrá de todo pero hay que leer muy poco para saber como se las gastan por allí desde el principio de los tiempos. Ni sus propios reyes estaban a salvo de las sanguijuelas que tenían a su alrededor. Y digo se las gastan porque parece ser que, en ese país de sanguijuelas de pantano putrefacto, todavía no se han enterado (ni quieren enterarse) que los tiempos de los descubridores y colonialistas ya finalizaron. Descendientes de los más crueles y sanguinarios vikingos, adoptaron la piratería como forma de vida y -todo menos trabajar- en ello siguen. Pronto surgieron rivalidades entre ellos pues, ante tal voracidad, no había sitio para todos y algunos emigraron a Norteamérica.

Que esta nación se convirtió en una de las más ricas del mundo, gracias al expolio de la humanidad, lo sabe cualquiera, como también es algo histórico y conocido de cualquier profano que los miembros del gobierno británico son de la más baja catadura moral. La cultura de cualquier alumno de Primaria es suficiente para saber que esta escoria de rateros empedernidos es de una moralidad tan baja que incluso se ríen de aquellos a los que expolian. Chupar la sangre cual vampiros lejendarios, siendo en ellos tan común, ya no les es suficientemente satisfactorio y añaden a sus fechorías la burla como complemento. El resto del mundo quedamos pues no solo como cuernudos sino -además- como apaleados. No me extraña que en la Segunda Guerra Mundial el más sanguinario de los mortales quisiera eliminarles. A los contrincantes ni agua.

En todos cuantos sitios he viajado a lo largo de mi vida, he encontrado la misma explicación a las visitas monumentales realizadas...
- Aquí había... ¡pero se lo llevaron los ingleses!,
- Es una copia, el original está en el museo británico.
Siempre pensé, en mi ignorancia, que el Museo del Louvre era el más completo del mundo pues también los franceses supieron desenvolverse (y bien) en el oficio del mangoneo pero, visto lo visto, eran simples aprendices en comparación con los británicos. Obligatoriamente, cualquier aficionado a la arqueología y a la Historia del mundo tiene que viajar al Reino Unido. Todas las mayores riquezas arqueológicas del planeta fueron robadas por los ingleses y lógicamente allí siguen, pero no será mi consejo que nadie gaste un solo euro por comprobar el expolio mundial llevado a cabo por semejantes rateros.

Que Dios me libre del castigo de ese infierno, que en un futuro llegará a congelarse, por decir a nadie que haga cualquier cosa que pueda suponer un solo céntimo de beneficio para la corona británica, pero la realidad es la que es y no podemos hacer nada para cambiarla. No solo las mayores joyas asiáticas y africanas fueron robadas por ellos si no que, en connivencia con griegos, otomanos y egipcios, poco hay que ver en Grecia que sea completamente original y lo mismo sucede en Roma, Egipto o en otras culturas mundiales. Es realmente decepcionante llegar al Partenón de Atenas y que te digan que las mejores esculturas y frisos helénicos que lo adornaban están en el British Museum de Londres. Lo mismo sucede si viajas a Egipto, pues también te dicen que las mejores piezas están en Londres o en el Museo del Louvre de París. Me duele en el alma marchar de este mundo sin visitar las riquezas del museo londinense pero me joderé yo y se joderán ellos. 

Espero y pido perdón por ello, que Dios guarde en mi escasa inteligencia este probable desequilibrio emocional que me impide cambiar el concepto que me merece esta raza, que tengo por auténticos filibusteros. Soy consciente de que se trata de una simple fobia, pues la ambición humana es un problema generalizado del que nadie está libre de culpa, pero los británicos se pasan ocho pueblos. Muchos piensan y pocos hablan. Lo siento, nadie puede evitar ser como es. De todas formas, a diferencia de otros, yo soy consciente de mis pecados y de mis limitaciones. Todavía no estoy lo suficientemente loco como para olvidar lo que los españoles hicieron en el Nuevo Mundo con la excusa de sembrar el cristianismo, como tampoco olvido mis miserias y limitaciones personales. Sé quien soy, de donde vengo y a donde voy. Algo aparentemente simple, pero que no pueden decir todos.

RAFAEL FABREGAT

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