29 de julio de 2013

1089- LA LÍNEA ROJA.

La soledad es lo que actualmente se llama eutanasia social. Naturalmente los candidatos a sufrir esta "enfermedad", que puede ser activa o pasiva, son los ancianos. No se sabe con exactitud a que edad puede presentarse el problema, pues ello depende de la precocidad o tardanza de los hijos en ser padres. De todas formas hay una palabrota, muy fea por cierto, que a partir de los sesenta años ya puede uno aplicarse. El "insulto" se llama sexagenario y viene a decirte que ya lo tienes todo hecho, aunque no hayas hecho nada en tu vida. Después de los sesenta, pocos milagros podrás hacer. ¡Haberte espabilado antes!. Claro que no hay que asustarse. A partir de los sesenta hay mil cosas que hacer, especialmente si tienes dinero. De todas formas para hacer algunos favores a los hijos, o cuidar de los nietos, siempre es buen momento si la salud acompaña. Actualmente, si tienes suerte, a los 60 años uno todavía tiene cuerda para rato.

Esta foto mejor, ¿verdad?.
En un momento de la humanidad, en que el culto al cuerpo y a la juventud lo preside todo, no hay lugar para los ancianos. El viejo ha pasado de ser el jerarca familiar a un lastre a esquivar. Está claro que lo de la gerontocracia está ya muy trasnochado pero, ¿no estaremos yendo demasiado deprisa?. Entre el blanco y el negro está el gris. Ya sabemos, no estamos ciegos, que todo lo joven es bello y todo lo viejo decrépito pero, el sol sale para todos y si no te mueres antes todos nos haremos viejos.
Cuando uno era joven se decía que no hay ninguna chica fea a los 17 años. Es verdad. Las pocas feas que pueda haber, tienen un tipazo espectacular, unos ojos como almendras o una boca sensual. ¿De verdad hay alguna que con 17 años lo tenga todo feo?. ¡Rotundamente no!. Pues lo mismo, pero al revés, sucede con los viejos... ¡Que no hay ninguno guapo, ni agradable!. Siempre las mismas "batallitas" y las tonterías mil veces repetidas que nadie quiere escuchar.

Bien es verdad que también para los viejos han cambiado los tiempos... Viajes, bailes, excursiones, cenas... Pero, claro... ¡esto me hace daño, esto me marea, aquello me cansa...!
De viejo sacarás poco de bueno así que, mientras puedas, aprovecha. A los hijos les digo lo mismo: aprovechaos mientras podáis de los viejos, que a los cuatro días ya no sirven para nada. Claro que ser viejo no es estar ciego, ni tonto. Aunque reciban el cariño y cuidados de los hijos, no pueden evitar sentirse viejos. Por eso, mientras puedan, quieren ser útiles y queridos. Ya que no aspiran a más, aprovecharse de ellos es sumamente fácil y agradecido. Que abuses de ellos, la mayor parte de las veces les hace felices. ¡Increíble, pero cierto!. Esta tesitura es la que algunos hijos se suelen aprovechar. ¡Natural también que así sea!. La mayor parte de las veces, los abuelos compiten por ser los mejores y especialmente por conseguir el cariño de los nietos. 

Para conseguir el primer puesto del ranking hay que ser comprensivos y tolerantes con los hijos, que suele ser la parte más difícil. Si los hijos se prestan a escuchar, podrás aportar consejos pero nunca órdenes. Colaborar sí, pero sin sustituir, siempre en segundo plano. Los abuelos son como las ruedas de recambio; siempre atrás, pero siempre a punto y dispuestas para el uso. Algunas veces, sin darse cuenta y especialmente con los nietos, los abuelos pueden pretender en determinado momento algún protagonismo. Queriendo "comprar" su afecto, dicen ser quienes más los quieren o los que más caprichos les otorgan. No es el camino correcto y es una actitud a corregir... como también lo es el considerarse esclavos de los hijos. 

Lo que sucede es que los abuelos no saben decir que no, ni a los hijos ni a los nietos. Temen ser relegados a un segundo plano, que es lo que más asusta a los viejos. Es cuando los hijos se acostumbran a esta permanente disposición de los abuelos y pueden cruzar "la línea roja" del abuso. Los viejos, viejos son y, aunque quieran estar con hijos y nietos, no puede exigírseles una disposición permanente. Es por ello que deben ser los jóvenes quienes deben valorar hasta donde pueden y deben llegar. En cuanto a la educación de los nietos... Está claro que es cosa de sus padres y, para bien o para mal, los abuelos no deben inmiscuirse en ello. En ausencia de los padres toca ejercer la autoridad ausente, qué remedio, pero nada más. La "obligación" de los abuelos es ayudar, pero nunca gobernar y mucho menos sustituir. Otra cosa es que, quizás por motivo de la crisis que estamos atravesando, se ha detectado un mayor esmero en el cuidado de los viejos. La pobreza es más social y espontáneamente la juventud se ve en estos momentos más deudora de sus mayores. 

Gente tan experimentada como la madre Teresa de Calcuta decía que, entre los viejos, la soledad causa más muertes que cualquier enfermedad. Y ¡ojo! que la soledad no siempre quiere decir que una persona no esté acompañada; aunque demasiadas veces, aún viviendo con los hijos, el viejo se siente solo y se deja morir. En mi casa se han cuidado muchos viejos y, aunque se les ha cuidado en todo cuanto han necesitado, está claro que al viejo pocas veces se le hace partícipe de las alegrías y las penas de los éxitos o fracasos del eje principal de la familia que ya son entonces los hijos. El viejo está atendido en todo, pero no es protagonista de nada. Cuando uno es joven no se da siquiera cuenta de ello pero, a medida que uno se acerca a esa meta, se da cuenta de esta problemática a la que podríamos llamar soledad-acompañadaEs como estar solo en un plaza repleta de gente. 

También se dan casos de auténticas canalladas, como la de que haya hijos que no dejen ver los nietos a sus abuelos. Algo demencial, que ninguna persona en su sano juicio ni siquiera puede concebir... No hay fractura familiar que pueda justificar tal comportamiento. Los abuelos necesitan a los nietos y éstos también necesitan el contacto de los abuelos. Solo quien no ha conocido a sus abuelos podría dudar sobre esta situación. Solo un psiquiatra podría explicarlo, con el agravante de que esos nietos pueden algún día plantar cara a esos padres que han dispuesto semejante aberración y pasarles la correspondiente factura. Estudios recientes demuestran que el colectivo de ancianos es el que refleja la tasa más alta de suicidios (más de 1.000 al año) que pueden ser activos o pasivos. 

La mayor parte son hombres solos que ya no tienen gusto alguno por la vida, sin que ellos mismos sepan por qué. Estos ancianos no se suicidan sino que se dejan morir; forma pasiva de suicidarse. 
- ¿Qué hago yo aquí?, es la pregunta que estos ancianos se hacen. Solos o con los nietos crecidos, sin servir para nada y con más achaques que alegrías, uno puede llegar a la conclusión que estorba más que otra cosa. En esos casos, ¿Para qué seguir? -es fácil preguntarse. 
El viejo que se mantiene lúcido vive de recuerdos, pero tampoco se puede vivir solo de añoranzas. Para sentirse vivo necesita sentirse partícipe de una sociedad que necesita de su sabiduría o de la bondad que, aunque senil, ¡tanta falta hace!. Mientras el cuerpo aguante no hay que jubilarse de todo aquello que apetezca y se pueda hacer. Y si entre esas cosas cabe el echar una mano a los jóvenes y darles algún billete a los nietos, seguramente bienvenido será...

RAFAEL FABREGAT

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