14 de junio de 2013

1043- LA FELICIDAD ESTÁ EN TÍ.

La belleza está en todas partes, por eso nos aferramos todos a la vida. Es posible que, si en su lecho de muerte está sufriendo, el ser humano pida que todo acabe pero no es morir lo que quiere sino dejar de sufrir. 
La vida es bella para quien tiene ilusión por vivirla y, aunque es una frase demasiado manida, hay que repetir que no es el dinero el que da la felicidad. El dinero ayuda a conseguir objetivos y no podemos negar que durante un instante el logro de esas metas da una cierta felicidad pero, es tan efímera que no merece la pena luchar por obtenerla. 
Naturalmente hablo de aquellos que tengan dinero porque, para el pobre, cualquier meta es importante y más cuanto alcanzarla es una tarea árdua y difícil. ¿Qué seríamos los pobres si nos faltara la ilusión?.

De todas formas siempre he dicho que la felicidad solo puede estar en nosotros mismos y voy a decir más... ¡Para ser feliz, antes hay que sufrir!. 
¿Extraño?. Es posible, pero jamás se puede valorar debidamente algo que se ha tenido siempre. 
Quien ha nacido rico y sano, jamás sabrá la felicidad que puede alcanzar aquel que con su esfuerzo consigue un cierto bienestar o el que, tras una larga enfermedad, recupera la salud. 
Ya hablando desde el punto de vista espiritual y teniendo en cuenta el egoísmo del ser humano, pocas cosas podrían dar mayor felicidad que tener el amor de los demás pero ¡ay!. ¿Quien disfruta de semejante tesoro?. 
Muchos pueden dar por buenos tus comentarios, aparentar que los comparten y hasta darte palmaditas en la espalda felicitándote por ellos, pero...

Ahí es cuando yo digo siempre que no siento lástima por aquellos que, por un defecto psíquico, no son conscientes del bien y del mal que tienen a su alrededor... 
Quienes no distinguen la palabra amable del amor verdadero no son dignos de lástima, sino de envidia. Suena fuerte y lo sé pero, a mi corto entender, esa gente no es desgraciada puesto que son incapaces de valorar la maldad de los demás. 
Los verdaderos desgraciados a quienes debemos tener lástima es a sus familiares y amigos. A la gente que les cuida. A los que los limpian y alimentan, poniendo en su cuidado la ilusión y meta de su vida. 
¿No es eso lo más triste que le puede suceder a un ser humano?. 
Más pronto o más tarde, la gente de bien suele sufrir esa problemática en la figura y cuidado de sus mayores cuando llegan al final del camino... 
Indudablemente es una situación poco agradable pero, ¿hay mayor felicidad que tender tu mano a los demás?.

Otros no tienen tiempo -dicen- o sus obligaciones laborales se lo impiden. Claro que ese anciano, desvalido por la edad y sus achaques, no tiene la suerte de ser un disminuido psíquico. 
Ese anciano es consciente de la molestia que causa y muchas veces se deja morir. 
En mi casa han muerto seis personas sin que jamás les haya faltado comida, limpieza y respeto pero, el que quiere hacer las cosas bien, ni aún así queda tranquilo. 
Cuando la cera se acaba la llama se apaga pero, cuando se van, siempre queda esa pequeña duda de si habrás hecho todo lo que estaba en tu mano. Claro que este sentimiento no es general. 
Hay muchos y cada día más, que abandonan a sus mayores y acaban pronto y más fácilmente. ¡Que suerte la suya si su conciencia queda tranquila!.

Son muchos los que suelen decir que todos somos iguales. ¡Que coño vamos a ser todos iguales!. Ni siquiera nos parecemos. 
Unos cazan y otros son cazados y para más desvergüenza son justamente los cazadores quienes se lamentan. 
No hay ningún conejo que llegue a su madriguera presumiendo de haber esquivado los perdigones del cazador. Siempre es éste quien se lamenta de haber fallado alguno de sus disparos. 
Sobrevivir al cazador no da la felicidad, porque el conejo no es consciente de lo que ello representa. Como he dicho al principio la felicidad de los pobres no está en los resultados, sino en la lucha por conseguirlos. 
Somos así de masoquistas. 
En tierras valencianas suele decirse que... "De la festa la vespra". 
La felicidad está en el camino, no en la meta. Y si encuentras una piedra en el camino no dejes que los que te siguen tropiecen. ¡Apártala!. Si no lo haces, no serás nadie especial. Serás... ¡como todos!.

RAFAEL FABREGAT

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