12 de mayo de 2013

1007- EL FUEGO IMPURO DEL LIBERTINAJE.

Libertad no es hacer lo que a uno le venga en gana, si en ese acto coartas la de los demás. Está claro que cuando se declaró la Segunda República Española (1931) la gente no estaba preparada, le faltaban conocimientos de lo que era el uso correcto de esa libertad que se le concedía de improviso y pensó que (por fin) ya podía hacer lo que le viniera en gana. No amigos, eso no es así. Libertad toda, pero sin invadir la de los demás. Tu puedes hacer lo que quieras de tu vida y de lo tuyo, pero no puedes pretender que los demás hagan lo que a ti te gusta, ni puedes disponer de los bienes ajenos. Los enemigos de la Iglesia pensaron que podían quemarlas de la misma manera que empezaron a repartirse las fincas de los ricos. Pero, ¿en que cabeza caben ideas tan descabelladas?. Eso efectivamente tiene un nombre, pero no el de libertad. Gente que siempre tuve por honrada y sensata participó en esos actos vandálicos de "quemar santos", como entonces se decía. ¿Por qué?. ¿Qué pasó por esas cabezas?.

Interior iglesia de Cabanes.
Yo no lo entiendo. Una persona podrá creer o no en Dios y en los santos, de la misma manera que le podrá gustar o disgustar lo que se dice o se hace en la iglesia, pero eso se soluciona acudiendo o no a esos actos que allí se representan. ¿Qué necesidad hay de ir a pegarle fuego a todo ello?. Si hay un mínimo de cultura, o al menos de cordura, se sabrá que buena parte de lo que hay dentro de dichos edificios tiene su mayor o menor cantidad de arte, de historia, de amor en las personas que hicieron posible la creación de esos monumentos, de esas pinturas, de esas esculturas de madera o de simple yeso que para mucha gente representan la recreación terrenal de sus ideas celestiales. Los males del mundo son muchos y muchos son también los que se reconfortan mediante la oración a Dios, a la Virgen y a los Santos. ¿Quién es nadie para, de un plumazo, cargarse la ilusión de esas personas en nombre de la libertad?. ¿Acaso los que allí van a rezar, no tienen también derecho a esa misma libertad?.

Sin embargo los libros de Historia nos dicen que las decisiones del Gobierno Provisional que siguió a las elecciones democráticas de aquel domingo 12 de Abril de 1.931 fueron moderadas, tanto que dieron en poner al frente del mismo al católico Niceto Alcalá Zamora y en la cartera de Gobernación al también católico Miguel Maura, de la derecha Liberal Republicana. El mismo día 14 de Abril de dicho año se aplicó la primera medida que daba libertad de culto a todos los españoles: "El Gobierno Provisional hace pública su decisión de respetar de manera plena la conciencia individual mediante la libertad de creencia y cultos sin que el estado, en momento alguno, pueda pedir al ciudadano revelación de sus convicciones religiosas"
Acto seguido aprobó medidas que daban total libertad de culto en cuarteles, cárceles y demás estamentos o asociaciones, declarando también voluntaria la enseñanza religiosa. La mayor parte de obispos y prensa acataba el nuevo poder constituido, pero no todos.

Cardenal Segura.
Un sector numeroso del episcopado, obispos integristas nombrados en la dictadura de Primo de Rivera, consideraban a la República un castigo divino y así lo hicieron saber desde sus púlpitos. 
La defensa de la Iglesia y de la monarquía, ante los enemigos de la fe y del orden social era para ellos algo legítimo y conveniente. 
Estas palabras despertaron las iras de la prensa republicana y el Gobierno mandó sendas protestas a la nunciatura. 
La respuesta no fue la esperada sino que, más bien al contrario, abordando un presente catastrofista elogiaron a la monarquía y al destronado Alfonso XIII. 
Las organizaciones de izquierdas consideraron aquella pastoral como una declaración de guerra y se incrementó el sentimiento anticlerical de muchos ciudadanos. 
El Gobierno presentó una queja serena y enérgica contra el cardenal primado y pidió que fuera apartado de su cargo, mientras la prensa arreciaba sus protestas contra el cardenal Segura, autor de la desafortunada pastoral.

Los ánimos estaban alterados y las calles repletas de gente ofuscada por las noticias que la prensa ofrecía a los diferentes seguidores. Con cierta facilidad se llegaba a las manos y en las ciudades se quemaban coches y mobiliario urbano. La primera semana de Mayo fue especialmente trágica en Madrid, con la quema de varios conventos, iglesias y colegios católicos. Una docena ardieron bajo las llamas y en otros tantos se intentó sin éxito quemarlos también. En los altercados, los religiosos fueron agredidos y expulsados de sus parroquias. Los nervios llegaron a tal punto que tras prender fuego a cuanto sacaron de aquellas iglesias, alguno de aquellos sacerdotes acabó siendo empujado a la hoguera. Previo al incendio de santos y enseres se produjo el saqueo y el robo de algunas piezas de gran valor artístico. Después el fuego se llevaría también obras de los más importantes pintores de todos los tiempos. Aquello sería solo el comienzo de lo que poco a poco acabaría recorriendo todo el país cual reguero de pólvora. 

Al decir de aquellas gentes fuera de sí, el motivo y justificación de esta ola de violencia contra la Iglesia y sus representantes fue su clara mediación política en contra de la voluntad de la mayoría del pueblo español que se había expresado democráticamente en las urnas unas semanas atrás. A su entender, la Iglesia pretendía anular la voluntad de la ciudadanía en un claro deseo de mantener su autoridad sobre las masas, como siempre había sucedido hasta entonces. La desgracia histórica fue que el patrimonio de todos se convertía en cenizas. Archivos históricos, piezas de orfebrería, ricos bordados, bibliotecas, pinturas e imágenes de incalculable valor fueron pasto de las llamas. La exaltación de las gentes llegó a tal punto que multitud de servidores de la iglesia fueron perseguidos y fusilados por las gentes enfervorizadas. Muchos de ellos, para salvar su vida, tuvieron que esconderse en cuevas y refugios buscando la complicidad de gentes de bien, contrarios a estas prácticas funestas.

Esos episodios también se vivieron en los pequeños pueblos en fecha desigual. Cabanes no fue ajeno a esta persecución y tampoco a la quema de sus santos y reliquias pero se dice que aquí los hechos llegaron más tarde. 
No hubo coraje aquí en el intento de incendiar nuestra extraordinaria iglesia y parece ser que los hechos se limitaron al saqueo de cuanto encontraron de valor, así como al incendio posterior de algunos santos, uno de ellos la Virgen del Buensuceso.
 Las turbas de incontrolados, todos ellos miembros del nuevo gobierno local republicano, la Guardia Cívica y miembros de la CNT, acompañados de los anarquistas que nunca faltan en este tipo de acciones, se dirigieron a la Iglesia cerrada a cal y canto. 
Abierta la puerta a mazazos, lo primero fue un minucioso saqueo de todo aquello que llamó la atención de los incivilizados visitantes. 
Después el horror. 
Con el más horroroso menosprecio al arte y a la historia de su pueblo, aquellas gentes fueron destrozando cuanto hallaron a su paso y sacando de la iglesia todo aquello que pudiera ser pasto de las llamas.

Rápidamente un buen montón de vírgenes y santos, ricas telas y bordados, estolas y demás ajuares de imágenes y párrocos invitaron a los presentes a prender la cerilla del deshonor.
Algunos muebles ayudaron también a que la hoguera tomara fuerza y pronto el horror de unos alentó la alegría y la cara de triunfo de otros. 
Tampoco la casa del párroco escapó de la visita de aquellas gentes enfervorizadas que rápidamente fue desvalijada y acarreados sus enseres a la hoguera que rugía en la plaza de la iglesia a menos de 200 metros de distancia. Eran demasiadas las vejaciones sufridas y demasiado el odio acumulado por aquellas gentes que vieron en el triunfo de las libertades democráticas su oportunidad para el linchamiento. Pero no amigos, ese no es el camino. La libertad y la democracia son bienes universales que, al menos en teoría, recibimos todos. Nadie puede o debe usarlos a su libre albedrío porque, en ese caso, pierden su valor. Libertad si, pero no libertinaje. Lo del abuso queda para los trepas sin corazón y para los imbéciles que les apoyan.

RAFAEL FABREGAT

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