5 de abril de 2013

0973- LA LUJURIA, PECADO CAPITAL.































LA LUJURIA. Pintura de Pieter Bruhegel.


Todo cuanto excede de lo normal, suele resultar malo y la lujuria no podía ser una excepción. El deseo sexual es sano y natural, pero en su justa medida. Porque, como todos sabemos, la lujuria es justamente el deseo sexual desmedido. La palabra lujuria viene de la palabra latina "luxus" como definición de desorbitante o extremo. Es el deseo sexual desordenado e incontrolable, algo medianamente justificable en la pubertad, cuando la persona despierta al mundo y a la novedad, pero antinatural cuando entramos a una edad adulta y madura.

Para la Iglesia Católica la lujuria es un pecado, uno más de los siete pecados capitales; por mucho que escándalos antiguos y recientes hayan demostrado que también entre los representantes de Dios en la Tierra se fraguan estas ideas y conductas, que demuestran la caída en las tentaciones de Satanás. La masturbación, la prostitución, fornicación, adulterio, incesto, violación, pedofilia y en general toda conducta sexual desordenada, está presente en la vida diaria de algunas personas y, como humanos que son los sacerdotes, también dentro de la Iglesia y de todas las religiones que pueblan el planeta. Decir lo contrario sería mentir y por lo tanto ofender una vez más a Dios. 

Prácticamente todas las religiones han condenado la lujuria, como trastorno causante de males propios y ajenos. El hinduismo la tiene catalogada como uno de los cinco peores males del mundo. No es extraño que así sea, especialmente si tenemos en cuenta que la mayor parte de la religiones, por no decir todas, son de ideas machistas y por consiguiente miran a la mujer como parte activa en la mayor parte de las tentaciones del Demonio, que son las suyas propias. Indudablemente las religiones no serían lo que son si en ellas y desde el principio de los tiempos, se hubiera mirado a la mujer como a un igual. Como no puede ser de otra forma, en todas las religiones se acepta a la mujer, pero solo como compañera del hombre. Esa es una de las peores vergüenzas de las religiones en general y de la Católica en particular. Un motivo más para no creer en nada de lo que ellas predican. ¿Qué Dios distinguiría a sus hijos, por el sexo con el que hayan nacido?. Nadie es culpable de haber nacido macho o hembra. Incluso el carácter nos viene heredado.
- He aquí a la esclava del Señor -respondió la Virgen María al ángel descrito en la Anunciación- Hágase en mí, según tu palabra.

Por mucho que la lujuria ocupe uno de los primeros puestos en el listado de los pecados capitales la mujer, en ellos "mal necesario", siempre ha sido vista por todas las religiones como elemento de segunda categoría. Aún hoy, en los países menos desarrollados donde por diferentes causas de fuerza mayor no han podido defender sus derechos, las mujeres siguen siendo poco más que simples animales al servicio del hombre, de sus apetencias sexuales y como forma de procreación. Como símbolo de placer gratuito, en algunas culturas arcaicas incluso se ofrece al visitante como una forma de agasajo. Naturalmente esto solo ocurre en pueblos tercermundistas y especialmente en aquellos que siguen viviendo de forma casi primitiva. En esos núcleos poblacionales la mujer sigue siendo poco menos que nada, una simple esclava del hombre.

Son muchas todavía las tribus de diferentes países, en los que el hombre caza, fuma o charla animadamente entre sus camaradas, mientras las mujeres cuidan de los animales, de la casa, de los hijos y todavía tienen que caminar varios kilómetros diarios en busca de agua y leña con la que cocinar. Todo esto no tiene mucha relación con el pecado de la lujuria, título de la entrada, pero es que a uno se le revuelven las tripas al saber que las mujeres citadas, desfallecidas por el cansancio de todos los trabajos diarios anteriormente indicados, tienen que satisfacer al esposo y hasta incluso a alguno de los amigos de éste... si llega el caso. Para ellos es una forma de bienvenida al visitante amigo y hasta incluso las hijas forman parte de ese lote, entre el que el destinatario de la ofrenda puede y debe escoger, para no ofender al generoso anfitrión. 

Las religiones occidentales se mueven por otros derroteros... La Biblia nos habla del deseo divino de controlar los deseos mundanos, de no abandonarnos al desenfreno de la carne y a las orgías que envilecen al ser humano. 
Al respecto dice: ¡No cometas adulterio!. Pero cuando miras con deseo a la mujer del vecino, en tu corazón, ya lo estás cometiendo... No es Dios el que tienta nuestra debilidad, sino que es el Diablo el que nos invita al pecado. Todas estas cosas y muchas más se nos dicen en los diferentes capítulos de La Biblia. Sin embargo, como en todas las cosas de la vida, hay que saber tomar de cada una de ellas la justa medida. Al igual que si de una comida se tratara, también el sexo tiene proporciones que lo hacen el más sano de los placeres y el más insano y perjudicial de los vicios. Ninguno de los alimentos que nos aseguran la salud y la vida, son buenos si se abusa de ellos. Con el sexo sucede lo mismo. Pero si buena es la templanza para la gula, contra la lujuria castidad. De todas formas el cuerpo humano, más sabio que nosotros mismos, tiene fórmulas para decirnos cuando nos quedamos cortos y cuando nos pasamos. Solo hay que saber escucharle.  

RAFAEL FABREGAT

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