19 de octubre de 2012

0822- LOS PELIGROS DE LA LIMPIEZA.

A las 5 de la madrugada del día 11 de Noviembre de 1.918 se reunieron los altos mandos del ejército alemán, inglés y francés para firmar el documento más importante del siglo XX: el armisticio que ponía fin a la I Guerra Mundial. Lo hicieron en el histórico vagón del Compiégne, un tren parado en una vía muerta de la localidad de Rethondes, comuna francesa del departamento de Oise, en la región de la Picardía. 
Aunque derrotada, Alemania intentó firmar una paz decorosa, pero los aliados no se lo permitieron y tras una larga negociación tuvo que aceptar todas y cada una de las condiciones impuestas por los vencedores de la Guerra. 

Dicho vagón se ha conservado a lo largo de los años como una pieza histórica en el museo de esa localidad francesa. 
Doblemente histórica puesto que en la II Guerra Mundial, cuando el 22 de Junio de 1.940 Francia se rindió a los alemanes, Hitler mandó sacar del Museo del Ferrocarril el humillante vagón y obligó a los franceses a firmar su capitulación en el mismo lugar y escenario donde Alemania lo había hecho 22 años antes. 
En la foto adjunta se ve descender a la delegación francesa del citado vagón francés, jamás olvidado por los alemanes y menos aún por su canciller, Adolf Hitler. 
Pero volvamos al hilo de la cuestión...

Tras la firma y capitulación alemana a bordo de tan emblemático vagón de tren y a pesar de las deficientes comunicaciones de la época, la noticia corrió como la pólvora. Sin embargo el número de muertos siguió creciendo pues nadie quería dejar de disparar antes que el enemigo. Para dar tiempo a que la noticia llegara a todos los frentes de la guerra y que la parada de la lucha fuera simultánea e igual para todos, se fijo el "Alto el Fuego" definitivo para las 11 de la mañana de ese mismo día 11 de Noviembre de 1.918. Quedaban pues 6 horas en las que todavía se produjeron un elevado número de víctimas, que algunos historiadores cifran en 11.000; más incluso que la del famoso día D (Desembarco de Normandía) en la II Guerra Mundial.

Lamentable que tantas bajas se produjeran, siendo conscientes los generales al mando de que la paz había sido firmada varias horas antes. Pero claro, hasta las 11 horas... 
Ya pasadas las 10 de la mañana, el general norteamericano William M. Wright, de la 89ª División, se encontraba junto al río Mosa, a las afueras de Stenayesperando el momento de que los alemanes le hicieran entrega de la ciudad
Aunque eran los ganadores de la Guerra, al general no le quedaban en ese momento más que 365 soldados, algunos heridos de poca consideración, pero todos sucios y desaliñados por lo cruento de la guerra. 
Creyendo que la suerte estaba echada, ordenó a sus soldados que se dirigieran a la ciudad para refrescarse y asearse para realizar el acto simbólico de entrega de las armas por parte del enemigo, con todos los honores y presentación adecuadas.

Todos conocedores de la hora oficial en que se llevaba a cabo el fin de la guerra y la entrega simbólica de las armas por parte de los alemanes, éstos tomaron como afrenta el hecho de que los aliados intentaran tomar antes de tiempo su posición y al ver que los norteamericanos se disponían a entrar en la ciudad abrieron fuego contra ellos. Faltaban 10 minutos para que los relojes dieran las 11 de la mañana cuando murieron 300 de aquellos hombres, cuya única culpa era querer presentarse ante el enemigo con la pulcritud requerida para tan solemne acto. Ninguno de ellos consiguió llegar a los baños. Wright no fue reprendido por esta acción y mucho menos castigado pero, a la hora de tomar la plaza de Stenay de manos alemanas, apenas dos docenas de soldados le acompañaron. El resto estaban muertos o heridos. Dos meses después, el 17 de Enero de 1.919, Wright recibió la "Medalla del Servicio Distinguido" por sus servicios en la Guerra y durante su jubilación fue ascendido a Teniente General, muriendo el 16 de Agosto de 1.943 en Washington. Así es de injusto este mundo en el que nos ha tocado vivir...

RAFAEL FABREGAT

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