2 de julio de 2012

0726- DON FERNANDO MATADAMAS.

En España hubo un monarca, de la familia de los Borbones, cobarde, patán y de pocos escrúpulos que sin embargo no quedó regazado en el uso y abuso de sus cuatro esposas. 
Pero la Historia no lo recuerda por su fogosidad, pues sus mujeres hubieron de completar sus necesidades con otros hombres. Se le recuerda más bien por haber anulado la Ley Sálica y por sus actitudes serviles ante el enemigo francés Bonaparte. 
La primera para, ante la ausencia de hijos varones, poder sentar en el trono a su hija Isabel y la segunda para salvar el propio culo a costa de entregar el país a los gabachos. Unas y otras cosas le dieron, ante el pueblo, la más baja categoría que jamás tuviera un gobernante español. 
Fernando VII fue con diferencia el rey más odiado de todos los tiempos. Sin embargo hoy no vamos a entrar en aspectos tristes de la Historia de España, sino que vamos a comentar hechos más jocosos que nos animen en este día próximo a la llegada de los Reyes Magos. 
Fernando VII era hijo de Carlos IV, un pusilánime cuernudo que dejó el control del gobierno de España en manos de Manuel Godoy, amante de su mujer María Luisa de Borbón-Parma. Su hijo, déspota y tirano pero de fascinante personalidad (Fernando VII el Felón) empezó muy joven a frecuentar los burdeles madrileños del Arco de Cuchilleros al amparo de disfraces nocturnos y compañeros de mala nota.

Arco de Cuchilleros
Uno de sus lugares preferidos era la casa de "Pepa la Malagueña", en la calle del Ave María, donde le servían el mejor vino en la laxitud posterior a su lascivo rebullir con la Pepa o cualquiera de sus pupilas.
- Además de felón, putero -decía el pueblo de Madrid.
A los 18 años sus padres, a fin de continuar el "negocio" familiar, decidieron casarlo en 1.802 con su prima hermana María Antonia de Borbón, hija de Fernando IV de Nápoles y María Carolina de Austria. La boda fue por poderes y a final de año se conocieron los esposos con gran impresión por parte de la joven señora...

- "Al verle estuve a punto de desmayarme. En el retrato que me mostraron me pareció feo, pero comparado con la realidad era un Adonis. ¡Y tan encogido!. El duque de Santo Teodoro me dijo que era un buen mozo, despierto y amable. Cuando estás preparada para lo malo encuentras el mal menor, pero yo creí en sus palabras y quedé espantada al verlo".
Tres meses después el matrimonio aún no se había consumado. Por lo visto, en los primeros encuentros el "soldadito" de Don Fernando no funcionaba.
- Mi hija está desesperada y con mucha razón -decía la suegra- 
Su marido es memo. Un latoso que no hace nada. Ni caza, ni pesca y ni siquiera es animalmente su esposo. Y sin embargo no sale de su alcoba...

María Antonieta de Borbón
Según Bergau, seis meses después de la llegada de la esposa, "...el único juego erótico practicado por el marido era la succión de los monumentales senos de la mujer". 
Con 19 años el ceporro no solo incumplía con su esposa, sino que incluso se hacía pis en la cama y se levantaba con el camisón empapado. La pobre muchacha vivía una vida desagradable, en un país extranjero, lejos de su casa y de su familia. 
Su suegra, María Luisa (la ligera) decía de ella que era "Una escupitiña de su madre, animalito sin sangre, vívora ponzoñosa, rana a medio morir..."
Pero las cosas cambiaron cuando, por fin, una noche Fernando consiguió consumar el matrimonio. Tras la faena y en ese momento en que la lengua se suelta y fluyen las confidencias, Fernando confesó su odio a Godoy, el amante de su madre. Sorprendida por la confidencia, ella le respondió que tampoco le gustaba nada. A partir de ese momento Fernando pasó de ser un inútil en la cama a un auténtico salido. Sin embargo María Antonia murió dos años después (1806) de tuberculosis y sin descendencia, con lo que Fernando VII volvió a sus quehaceres nocturnos y amistades barriobajeras que tanto le gustaban pues le permitían practicar sus sucios modales. Se limpiaba con el dorso de la mano los restos de vino que le chorreaban hasta la barbilla y fumador empedernido acostumbraba a ofrecer los puros a medio acabar a los presentes como muestra de amistad.
- ¡Toma, acábatelo!. Y el infortunado tenía que tomar la punta de puro, mordisqueado y babeado y acabárselo, tanto si era fumador como si no.


Isabel de Braganza
En 1.816 Fernando VII contrajo nuevas nupcias con su sobrina Isabel de Braganza, infanta de Portugal e hija de su hermana mayor Carlota Joaquina y Juan VI de Portugal. Tuvieron una hija que apenas vivió cuatro meses. Poco después quedó embarazada de nuevo y falleció. En avanzado estado de gestación Isabel tuvo un desmayo y los médicos, creyéndola muerta, procedieron a extraerle el feto. La pobre embarazada dio un agudo grito y murió por las heridas causadas. Tampoco se pudo hacer nada por el feto.
Un año después (1819) Fernando VII se casó de nuevo, esta vez con María Josefa de Saboya, hija de Maximiliano de Sajonia y de Carolina de Borbón-Parma. No tuvieron descendencia, veremos inmediatamente el por qué...
La joven aún no había cumplido 16 años cuando contrajo matrimonio con el rey de España. Tras la muerte de su madre, Josefa se había criado en un convento por lo que nada sabía de las relaciones carnales. El monarca, aunque despertó tarde, era conocido por sus arrebatos sexuales y además tenía prisa por engendrar al hijo varón que le perpetuara en el trono. En aquellos tiempos era costumbre en la corte que, justo antes de comenzar la noche de bodas, la princesa de sangre -casada y con categoría más próxima al rey- pasase quince minutos con la recién casada explicándole lo que sucedería después.


María Josefa de Saboya
Sin embargo a quien correspondía esta misión era a la cuñada del rey, María Teresa de Braganza hermana de la esposa anterior de Fernando, por lo que ésta se negó a ello. A falta de la princesa, la función correspondía a la camarera mayor pero esta también se negó alegando que "nunca se había fijado en las cosas que le hacía su marido en la cama..."
Cuando entró el rey en la habitación solo vio a una asustada niña de 15 años que al verlo viejo, gordo y seguramente "excitado", intentó huir corriendo por toda la habitación. De poco le sirvió al fogoso marido hacerse entender, puesto que la joven no conocía el español ni el alemán. Fernando monta en cólera y hace llamar a su cuñada y a la camarera mayor para que instruyan a la joven de forma inmediata. Tras la breve charla de las mujeres el rey y su esposa retornan a la habitación para consumar el matrimonio, esta vez sin que el monarca encontrase resistencia alguna. Sin embargo la procesión iba por dentro. Los temores de la niña María Josefa Amalia de Saboya eran de tal magnitud que mientras su marido la penetraba se fue de vientre sobre él. Fernando se limpió como pudo y no volvió a tocarla en ocho días. No sabemos como serían sus relaciones posteriores pero la reina murió diez años después (1829) sin descendencia. 
Aquel mismo año Fernando VII se casaría de nuevo, esta vez con otra de sus sobrinas, María Cristina de las Dos Sicilias, de la que tendría dos hijas (Isabel y Luisa Fernanda) motivo por el cual el monarca abolió la Ley Sálica que permitió la subida al trono de la que sería Isabel II.

María Cristina Dos Sicilias
A esta última esposa (María Cristina) no solo no pudo enterrarla sino que, muriendo Fernando VII en Septiembre de 1.833, cuando la heredera de la Corona (Isabel II) solo contaba tres años de edad, fue nombrada Regente y gobernadora del Reino ejerciendo el cargo durante siete años.
A los tres meses de enviudar, María Cristina se casó en secreto con un sargento de su guardia. Por lo que se ve, era bastante menos mojigata que su predecesora... En 1.840 los continuos enfrentamientos entre liberales y moderados la obligaron a dejar el poder en manos del general Espartero pero desde París intrigó en sus adictos contra el general y consiguió derrocarle, favoreciendo que el gobierno fuera entregado a su hija Isabel II que contaba entonces 13 años de edad. Valiente y decidida se comentaba que no había negocio importante donde ella no estuviera metida por lo que se ganó las antipatías del pueblo y volvió a ser expulsada en 1.853, esta vez para siempre. Volvió a París y no regresó hasta la entronización de su nieto Alfonso XII, pero con la limitación de no poder fijar su residencia en España. Su segundo matrimonio (con el sargento) no fue bien visto por su hija Isabel ni por su nieto Alfonso, motivo por el cual nunca mantuvieron una buena relación con ella.
En fin. Cosas que pasan todos los días, aunque no se escriban en la Historia...

RAFAEL FABREGAT

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