25 de abril de 2012

0663- ANTIGUAS CARPINTERIAS DE CABANES.

Resulta chocante que 50/60 años atrás, apenas a diez del final de la trágica guerra civil que asoló España y cuando la miseria invadía nuestro país, hubiera más actividad que en el presente, pero así son las cosas. Era otra vida, otro mundo. El motivo estaba sin duda en la baja productividad de todos aquellos que, a pesar de la dura jornada de 10/12 horas, apenas si podían alimentar a sus familias. Todo manual, al final de la jornada la recaudación era baja, como baja era también la productividad de la agricultura en aquellos tiempos en que los abonos agrícolas eran escasos, por no decir inexistentes. Tiempos de miseria pero con las calles llenas de gente a cualquier hora del día. Unos hacían pleita (llata) en la propia calle, otros cordel de palmito, otros simplemente charlaban. Contrariamente a lo que actualmente sucede, la vida se hacía en la calle y todos eran reacios a meterse en sus casas. 

De todas formas, cuando esto ocurría, las puertas seguían abiertas de par en par, sin miedo alguno a que nadie les invadiera una intimidad que nadie quería molestar. El agricultor no disponía de tractores y solo los mulos y sus arados volteaban la dura tierra, de igual manera que el herrero lo era a base de fragua, yunque y martillo. También el carpintero disponía tan solo de serruchos manuales, planas y escoplos, con su muela de piedra semienterrada en agua para mantener las herramientas perfectamente afiladas y que se movía manualmente mediante pedal y correa al efecto. Hoy, como el título indica, toca hablar de Cabanes y de los carpinteros que los que tenemos cumplidos los 70 años hemos conocido en pleno desarrollo de su labor como profesionales de la madera. Nada de mediocridades en lo que a su labor se refiere, sino mil veces más meritoria que lo que actualmente se ejerce. 

Si los resultados son diferentes y aparentemente superiores, es porque en este momento la profesionalidad brilla por su ausencia y son las máquinas las que todo lo dominan. Con ellas llega la perfección, más aparente que real, casi siempre acompañada de materiales mediocres. 
En aquellos tiempos, ajenos a las modernidades, todo era manual y el aprendizaje era largo e imprescindible. Una puerta o una ventana llevaba bisagras, pero eran para toda la vida, hoy resortes y más resortes que pocos años después han de sustituirse. 
Todas las piezas, casi ninguna de madera maciza, se fabrican de forma industrial. 
Los carpinteros se limitar a montar lo que dichas industrias fabrican, casi siempre en serie y con materiales de bajo coste. Los viejos carpinteros de antes eran auténticos ebanistas, artistas de la madera que trabajaban artesanalmente toda una semana para conseguir una silla de respaldo labrado, el cabezal de una cama o los cajones de un mueble de comedor. Dichos muebles duraban no una, sino varias vidas puesto que se heredaban de padres a hijos. Una puerta, ventanas y contraventanas, armarios, ataúdes y hasta carritos para llevar los cántaros de agua a la casa desde la fuente más próxima. Por hacer de todo, hacían incluso hasta las mazas con las que el Jueves Santo todos los niños golpeábamos los bancos de la Iglesia anunciando la muerte de Jesucristo y que regalaban a la chiquillería. Y ¿qué queda hoy?. Nada o casi nada. Siguen habiendo carpinterías, claro está, pero ¿qué clase de carpinterías?. No seré yo quien responda a esa pregunta, ya lo harán por mí los lectores. 

Carpintería Herrasti, Eras nº30
Empezaré señalando las antiguas carpinterías y acabaré diciendo lo que actualmente hay en nuestra localidad a día de hoy. Después que cada cual juzgue a favor o en contra del cambio... 
En las décadas 50/60 eran varias y muy buenas las carpinterías que teníamos en Cabanes, no todas del mismo nivel pero todas ellas regentadas por excelentes profesionales. 
- "GUILLERMO ANDREU, el de Calça", primeramente en el número 7 de la plaça del Generalísimo (hoy Hostals) y después en el 44 de la calle Ramón y Cajal, o Planiol.
- "VICTORINO VIDAL", en el número 1 de la "placeta de la Farola", anteriormente de la República y actualmente de la Constitució, haciendo esquina a la calle Ramón y Cajal.
- "FRANCISCO MATEU, o Paquito Guerra", en el número 1 de la calle Fray Gabriel Ripollés aunque, al dar la casa a tres calles, también tenía el número 1 de la calle del General Aranda, hoy de la Fira y el número 20 de calle Delegado Valera.
- "HERMANOS HERRASTI, o "Paco y Pepe els Facundos", en el número 30 de la calle de las Eras y posteriormente en el carrer Gaidó números 15 y 17.
- "CASTELLET Y TORREBLANCA", primeramente en el número 5 de la plaça del Generalísimo (hoy dels Hostals) y después en la de Sant Josep, 31 y 33.

Llegaron los nuevos tiempos y los antiguos herreros, con la desaparición de los mulos y el abandono de los carros y aperos de labranza manual, en una agricultura totalmente mecanizada, pasaron a llamarse "carpinteros metálicos". 

Con la modernidad, el yunque y la fragua de fuelle o el taladro de volante y manivela dieron paso a los sopletes, a la radial, a los tornos, a potentes taladros eléctricos y sierras industriales. 
Algunas no pudieron evolucionar y cerraron. La primera en hacerlo fue la "Ferrería del tío Pan", ubicada en la confluencia de la Avda. de José Andino (hoy Maestrat) y la del General Aranda (hoy Fira). Sencillamente cerró y toda la familia marchó a vivir a Castellón. La segunda en cerrar sus puertas fue la de José y Herminiet, ambos apodados "els ferrers". José abrió un negocio de ferretería en la placeta de la Mare de Deu y Herminio entró a trabajar en la nueva cerrajería regentada por los Hermanos Bellés en el local de la calle Delegado Valera, 91, antigua carretería del tío Micalet y que había heredado la esposa del menor de los hermanos (Federico). La tercera y última fue la de Octavio, en los bajos de su vivienda de la calle Delegado Valera, heredada de su padre "el tío Julio". Las nuevas "herrerías" que evolucionaron y han permanecido en el tiempo, son pues las de Manuel Gil, Manolo Oliver y Hermanos Bellés, aunque ya dirigidas por los hijos. 

Desaparecidas las herrerías anteriormente citadas del tío Pan, de José Carceler y la de Octavio, la primera en evolucionar fue la de Manuel Gil que, cedida a su hijo "Manolito el de Pipa", pasó de la calle Delegado Valera a la del 
Ravaxol y dedicada a taller mecánico de maquinaria agrícola. 
Quedaron atrás los trabajos ejercidos por su padre Manuel, dirigidos al sector agrícola y basados en el herraje de mulos, reparación de rejas y arados, dentado de las hoces para la siega, azadas de todo tipo y mantenimiento de los carros y otras herramientas en uso.
La segunda que cambió su imagen fue la de Manolo Oliver que dejó un local en alquiler de la calle Fray Gabriel Ripollés y construyó otro mucho mayor en la Carretera de Zaragoza. Aunque este taller siempre estuvo dedicado a los trabajos de carpintería metálica y cuchillas para tejados de Uralita, evolucionó en cuanto a la maquinaria y herramientas que se modernizaron poco a poco con el tiempo. 
Actualmente regenta el negocio su hijo Miguel Angel con el mismo enfoque de su padre, es decir, trabajos de carpintería metálica y cerramientos de fincas.
La tercera y última en adaptarse a los nuevos tiempos fue la de los Hermanos Bellés que, pocos años después de su apertura, quedó solamente bajo la gerencia del más joven de los hermanos. 
Aunque también empezó herrando animales y arreglando herramientas de uso agrícola, se especializó prontamente en la construcción de aperos para tractores y todos los derivados de una agricultura ya más mecanizada. 
Posteriormente se transladaron a una nave industrial del Polígono Pont ya dedicados a trabajos de todo tipo. 

Como se ha dicho anteriormente, la
"Ferrería del tío Pan" estaba ubicada en local de alquiler en la confluencia de la Avgda. del Maestrat con el carrer de la Fira. 
Aquel viejo local fue derribado y estuvo durante muchos años sin construir. Con el transcurso de los años, finalmente su dueño lo cerró. La "Ferrería del tío Julio", posteriormente de trabajarla su hijo Octavio Carceller, siempre ubicada en el número 40 de la calle Delegado Valera carrer de Castelló, fue cerrada por su propietario y hoy ha quedado convertida en garage familiar, puesto que los dueños tienen su vivienda en el primer piso. Octavió trabajó en el oficio, en el local cedido por su padre, durante largos años pero finalmente la nueva coyuntura de una agricultura abocada a la mecanización del campo y la gran inversión imprescindible para adaptarse a los nuevos tiempos, le hicieron optar por el cierre, habida cuenta que también su hijo cursaba estudios y difícilmente era presumible que continuara con aquel negocio.

Finalmente, también cerraría el taller de cerrajería de José Carceller, abierto en sociedad con Herminio Gauchía y ubicada
 en la zona llamada Font de Nelo, hoy número 31 del carrer de la Cava. 
El local, entonces en el mejor sitio de la localidad por la gran afluencia de vehículos que iban a realizar sus trabajos agrícolas en la partida de la Ribera, también pasó a la historia. Al parecer, en la actualidad es propiedad de "Herminiet el Ferré", actualmente también jubilado y lo utilizna éste o sus hijos/as como cochera o almacén.
Con el cambio de orientación profesional de las antiguas herrerías, los carpinteros tuvieron serios problemas ante la competencia inesperada pero, poco a poco, fueron adaptándose a los nuevos tiempos... 

Bar del Agüelo, hoy L'Aldaba
Mientras las carpinterías de Guillermo Andreu y Victorino Vidal cerraron por tener una edad avanzada, Francisco Mateu (Paquito el de Guerra) lo hizo aprovechando la actividad de su mujer que regentaba Fonda y Bar en el mismo edificio; "Bar del Agüelo" y que tenían en la parte delantera de la casa. 
Años después esta gran propiedad se vendió y en ella se estableció el restaurante y hotel rural L'Aldaba.Los hermanos Herrasti abrieron nuevos talleres en la calle Gaidó y, además de la carpintería tradicional, se iniciaron en los cerramientos de PVC y de Aluminio. Más tarde se ubicarían en Polígono Industrial. 
También Castellet y Torreblanca complementaron los trabajos de carpintería con la comercialización de muebles, sin cambio de local para el taller, pero alquilando almacenes al efecto... 
Más tarde también se ubicaron en Polígono Industrial y actualmente son un referente comarcal en la distribución y montaje de muebles de todo tipo.
En fin, cada cual se buscó la vida como mejor pudo.

Hoy, décadas después de aquellos cambios, tres grupos de descendientes de los antiguos carpinteros cabanenses siguen en la brecha.

Previamente al cierre, Francisco Mateu preparó a su hijo en el oficio y colaboró con él al montaje de un gran negocio de fabricación de muebles de cocina en el número 105 de la calle Capitán Cortés.
El negocio fracasó y los empleados en paro montaron una sociedad, fundadora de la empresa Mobelty.     

Los hermanos Paco y Pepe Herrasti se jubilaron. 

El negocio se reinició en una nave industrial de nueva creación del polígono S3 por parte de los hijos de ambos hermanos y socios. 
Sin embargo un tiempo después éstos se separaron y uno de ellos (Pepe) adquirió la parte de su primo (Ricardo), trabajando exclusivamente la carpintería de Aluminio y PVC en aquella nave industrial. 
La crisis actual, especialmente centrada en el sector de la construcción nos golpea a todos y sobre todo a quienes están más ligados a ella.
Ricardo Herrasti, ante la separación de intereses con su primo Pepe, abrió nuevo local en nave industrial del Polígono Pont trabajando exclusivamente la madera con gran acierto y profesionalidad aunque también afectado, como todos, en este momento de crisis. 
Según afirman sus clientes, sus trabajos, especialmente dedicados al interior de la vivienda y con la posibilidad de ser realizados a medida, tienen una alta consideración que todo el mundo aprecia pero que, lógicamente, no todos pueden pagar. 
Los socios Castellet y Torreblanca también se jubilaron pero sus hijos siguen el negocio y la sociedad, en una nave industrial del polígono S3 de nuestra localidad. 
Sin embargo, como se ha dicho anteriormente, los trabajos de taller son escasos puesto que actualmente predomina el montaje de prefabricado y de los muebles que comercializan. Hoy todo el mundo compra las puertas, los muebles de cocina y todos aquellos que dan comodidad a nuestras casas. El antiguo carpintero queda obsoleto y se limita a montar lo que otras empresas fabrican masivamente. 

Desde hace más de 50 años acabó también el obligado regalo "obligado" a los niños de aquella maza con la que se golpeaban los bancos de la iglesia el Jueves Santo y, tras el acto religioso, las puertas de las casas en busca de alguna golosina. La consigna, cuando alguien cerraba la puerta, por no tener los caramelos requeridos o no querer darlos, era bien clara y cantada a coro por toda la chiquillería: 
"Porta tancá, bona massà." ¡pataplam!. Y todos los niños salíamos corriendo...

RAFAEL FABREGAT