25 de febrero de 2012

0616- TODOS, NO SOMOS IGUALES.

A mí que nadie me hable de rumores. Hay demasiados canallas sueltos y muy especialmente en los pueblos donde, en tiempos de Franco, por una simple envidia injustificada se crucificaba a la gente. 
En este momento, ya era hora, o tienes pruebas palpables o a callar. Afortunadamente y aunque solo sea desde el punto de vista judicial, lo bueno de la Democracia es que nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario. 
El tiempo de dictaduras y dictadores quedó atrás, aunque alguno de ellos no haya muerto todavía. Gracias a Dios, los que quedan son pocos y viejos. Lástima que la lengua sea justamente uno de los órganos que más tarda en envejecer. 

Quizás por eso en la antigüedad era bastante frecuente cortarla, única forma de hacer callar a los facinerosos de turno que vivían y medraban con el linchamiento de los demás. No amigos, no. Para bien o para mal,
todos no somos iguales.
De momento Iñaki Urdangarín,
Duque de Palma y cuñado del rey de España, ha demostrado que su cobardía no era tanta como algunos medios de comunicación le atribuían y aunque, justamente porque no todos somos iguales, el juez (a petición de quien sea) le había concedido la gracia de ir en coche hasta la puerta de los Juzgados, ha preferido echarle coraje al asunto e ir a pie, como van todos los imputados. Muy bien. Hay que reconocer que ha sido un buen comienzo... 

Ahora queda una batalla por ganar, si puede, cual es la de limpiar el honor mancillado en las especulaciones sobre su culpabilidad en las irregularidades del "Caso Nos". Una posible desviación de fondos que habrá que demostrar ante el juez, para posteriormente probar quien la llevó a cabo.
Después, quien tenga que pagar, que pague. Sea Duque o Perico el de los palotes. Pero nada de mentiras o medias verdades. Que pague el culpable o que pague quien calumnia pero, ante acusaciones tan graves, alguien tiene que pagar. Fácil no lo tiene Urdangarín porque, al parecer, hay pruebas irrefutables y declaraciones de otros acusados que, como él, están imputados en el asunto. Pero que se esclarezca la verdad. Que una cosa es acusar a otros e irse de rositas y otra muy distinta reconocer tu colaboración en el delito. De todas formas, mientras no se demuestre lo contrario, no hay culpable. 

Hasta ahí si que deberíamos ser todos iguales aunque, curiosamente, en el momento actual es justamente el personaje público es el que más rápidamente queda situado en el punto de mira.
El testimonio de quienes organizaron la trama y que reconocen haber aportado ideas para su elaboración, deja muy pocos resquicios al Duque de Palma por los que escapar a la Justicia, pero todo está por determinar y nadie debería ser Juez y parte mientras los hechos no queden probados y condenados.
La gente y muy especialmente los medios de comunicación, no deberían anticiparse a los acontecimientos. Es más, tal proceder debería estar prohibido y perseguido por la Ley, puesto que es mucho el daño que puede realizarse a personas que ¿por qué no?, pueden ser inocentes. La presunción de inocencia solo se aplica a los delincuentes habituales y a quienes viven en la anarquía más absoluta. La prensa actual es tan dada al sensacionalismo que olvida que el linchamiento, si corresponde, viene después de que el juez se pronuncie, no antes.

EL ÚLTIMO CONDILL

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