21 de febrero de 2012

0612- LOS MOSQUITOS DE MALAWI

Foto satélite ENVISAT.

Con 560 Km. de largo y hasta 80 de ancho, el lago Malawi es el noveno más grande del mundo y tercero del continente africano. Sus aguas, además de Malawi, bañan la costa de Mozambique y Tanzania.
El lago era llamado por los nativos Nyassa, que significa "la luz reflejada". 
Su descubridor europeo, el misionero escocés David Livingstone, lo llamó también "Lake Nyassa" aunque, en su honor, en Inglaterra es conocido por el "lago Livingstone". 
Con 700 metros es uno de los más profundos y el más viejo del mundo.
Importante enclave del lago son las islas Likoma y Chizumulu, ambas muy pobladas y puntos turísticos importantes, por ser hábitat preferente de milenarios baobab, árboles de hasta 40 metros de circunferencia que pueden vivir hasta 4.000 años y que se ahuecan con la edad, convirtiéndose en grandes depósitos que pueden almacenar hasta 6.000 litros de agua cada uno. 

Otro interés especial de la zona son las numerosas especies de cíclidos, población piscícola endémica del lago, de los que hay cerca de 600 especies. 
De ellas los hay herbívoros y carnívoros. 
Ambas especies tienen dos pares de mandíbulas, una en la boca para raspar las rocas y mordisquear las algas allí adheridas y otra en la garganta, para triturar la comida antes de tragarla. 
Claro que todos no son tan pacíficos.
Hay otras especies más agresivas, alguna de las cuales se alimentan pequeños crustáceos, pero también de escamas que arrancan de las partes laterales de sus presas, algunas veces sus propios congéneres. 
También éstos tienen esa doble mandíbula y una conducta reproductiva bucal. 
La hembra mantiene dentro de su boca los huevos fecundados y asegura el alimento de las crías que no soltará hasta pasados 20 días de su eclosión. 
De todas formas estas especies siguen cuidando la prole hasta mucho después ya que, ante cualquier amenaza de predadores, las crías se esconden en la boca de la madre, que las soltará al desaparecer el peligro. 

Sin embargo lo que, indirectamente, nos trae hoy aquí no es el comportamiento de estos peces, sino el grandioso banquete que se zampan durante los días de luna llena en la estación invernal.
Expertos turísticos califican el lago Malaui como uno de los más bellos del mundo y lo hacen en base a la claridad de sus aguas, a los miles de especies que la habitan y al entorno en el que está situado. 
A los cientos de pueblos que salpican su costa, todos ellos viviendo de la cada día más escasa pesca y en una de las pobrezas más extremas del planeta.
Pero el país tiene otra pecularidad: las inmensas nubes negras del lago Malaui. 
Unas nubes que no son de vapor pero tienen mucho que ver con el agua; exactamente con la caída unas semanas atrás y que hace eclosionar a miles de millones de mosquitos hasta el punto de convertirse en auténticas nubes de insectos. 
Tal concentración no tiene otro objeto que el de reproducirse, para posteriormente morir cayendo en la superficie del lago convirtiéndose entonces en delicioso maná para los peces que anualmente esperan el sabroso y nutritivo milagro.

A bordo del "Ilala", barco que se dedica entre otras cosas al transporte de viajeros, se muestran ante el sorprendido turista de Malawi las espectaculares nubes de mosquitos que en los atardeceres de luna nueva invaden la superficie del lago.
Durante la cópula de los "mosquitos con penacho", el lago parece humear. Tras el fogoso encuentro los amantes se precipitan exhaustos a la superficie del lago, las hembras ya fecundadas, donde morirán. Allí miles de peces esperan el festín, atiborrándose de tan sabroso manjar. Poco le importa a la naturaleza semejante depredación. 

Millones de larvas saldrán indemnes del atracón de los cíclidos y repetirán en un futuro próximo el ciclo de la vida y de su especie.
Allí donde están las nubes de mosquitos, están los cíclidos esperando que la despensa abra sus puertas, pero alguien más también está al acecho... 
Los pescadores de Malawi no ignoran el fenómeno, saben lo que ocurre y los beneficios que de ello pueden sacar. 
Pasimoniosamente preparan sus redes en un gran círculo que van estrechando poco a poco, a la vez que lo aproximan a la orilla. 














La concentración de peces es de tal magnitud que el resultado es una abundante pesquera con la que alimentarse, sacar un buen dinero y hasta poner una parte en salazón para épocas menos boyantes. Como ya se ha dicho tantas veces, así es la vida en este mundo. El pez grande se come al pequeño. Para todos nosotros es siempre lo mismo: Nacer, crecer, reproducirse y morir. No hay más...

RAFAEL FABREGAT

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