25 de enero de 2012

0594- LOS PELIGROS DEL PLÁSTICO DURO.

Como tantas cosas, el tema que nos ocupa en esta entrada vio la luz por vez primera en los Estados Unidos. 
Sin embargo el asunto no es tan reciente como algunos creen, ya que su nacimiento fue a principios del siglo XX, aunque no tomó forma y consistencia hasta la década de 1.940. 
Ciertamente ya ha llovido mucho desde entonces. 
La idea inicial de su creación surgió en el Chase Manhattan Bank y era simplemente una forma segura de identificación profesional dentro de la entidad, pero miren ustedes donde ha llegado...

Si amigos, hablamos de la Tarjeta Bancaria. La ruina de muchos hogares...
De crédito o de débito y de saldos ridículos o ilimitados, pero hela ahí unas veces sobria y otras espectacularmente llamativa, pero siempre orgullosa en las manos de su portador... ¡siempre que no te salga rechazada! claro está, que supongo nos habrá pasado en alguna ocasión a la mayoría de los mortales. Para quien no lo sepa, la cara se te queda a cuadros...
Hace dos semanas escasas, intuyendo alguna rebaja en los precios tras las fiestas de Navidad y Año Nuevo nos fuimos a comprar un jamón, de esos que llaman de bellota y de los que te salen unas veces buenos y otras mejores. Por cierto que, en esta ocasión, tan solo nos salió bueno...

Pues bien, al pagar en la caja mi mujer le alarga la VISA a la cajera y tras el oportuno tecleado le sale ¡rechazada!.
Sin inmutarse, por saber que había fondos en cuenta, mi mujer coloca la tarjeta repudiada en su cartera y saca la ELECTRON y se la da a la cajera que, un minuto después, se la devuelve también. Sonrojada, mi mujer no sabe qué hacer puesto que no lleva efectivo suficiente para pagar la compra. Para colmo de males, las miradas y las risitas de los clientes que forman cola en la caja se hace visible, como también alguna leve sonrisa de la cajera, algo más comedida. Es entonces cuando me percato de que he dejado en el aparcamiento del supermercado mi cartera y pido a mi esposa que deje pasar a los clientes que tiene detrás mientras yo voy a buscar mis tarjetas al coche.

Cuando regreso la cajera ha sido sustituida y es otra quien pasa nuevamente nuestra compra por el escáner.
 Al finalizar le doy mi tarjeta y vuelve a salir ¡¡¡rechazada!!!. 
Hago llamar al encargado de cajas que viene con un terminal inalámbrico para intentar personalmente el cobro. 
Nada, que no hay manera. 
Aunque no estoy muy convencido de que pueda ser la solución, pido a mi mujer que ponga nuevamente la compra en el carro y que espere mientras voy a buscar un cajero automático de nuestro Banco que me consta hay a la entrada del supermercado. Preocupado meto la tarjeta en la ranura y tecleo clave e importe deseado y... ¡me suelta el dinero, sin pestañear!.

Cuando regreso al interior del supermercado, mi señora está convencida que tenemos que marchar a casa sin la compra, pero no.
- ¿Traes el dinero? -me pregunta ansiosa.
- ¡Sí! -le respondo aliviado.
Pasamos por tercera vez la compra por la caja y aunque tengo el efectivo en la mano, doy la tarjeta a la empleada y... ¡rechazada nuevamente!. Cajero sí, pero tienda no.
A la mañana siguiente voy al Banco y explico lo sucedido. Comprueban los movimientos de la tarjeta y me dicen que en la entidad no consta que haya sido rechazada ni antes ni después de la extracción en el cajero automático. Sencillamente no hubo contacto entre la tienda y el banco. ¿Qué pasó?. Pues no se sabe, ni se sabrá nunca, pero si el cajero no me da el dinero en efectivo, la compra se queda en el supermercado y nosotros tenemos que volvernos a nuestra casa con el rabo entre las piernas...

Es complicado de transportar, pero como el dinero no hay nada. Está claro que el invento de las tarjetas es cómodo y normalmente eficaz, sobre todo para adelantar un dinero a quien le falta y también a la hora de no tener que manejar dinero en metálico, siempre engorroso y peligroso a la vez; pero en algunas ocasiones la técnica falla y cuando lo hace, si no tienes un "colchón" que te proteja, los problemas pueden ser muchos y muy desagradables. En esta ocasión estábamos cerca de nuestra casa y la compra realizada no era en absoluto necesaria pero, ¿qué pasa si esto te ocurre lejos, quizás en el extranjero y sin otro recurso a mano que te solucione el problema?. Porque me pregunto yo, de qué me sirven las tarjetas si no hay garantía de su correcto funcionamiento...

RAFAEL FABREGAT

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