17 de octubre de 2011

0515- RESTAURANTES (A VECES) BARATOS.

REEDICIÓN.
Desesperados por la falta de lluvias, el sábado día 15 de Octubre decidimos ir a recoger las patatas encargadas a un amigo de la localidad turolense de Mosqueruela que nos las reserva todos los años. 
Normalmente solemos recogerlas a mediados del mes de Septiembre, aprovechando la búsqueda de setas, pero este año la cosecha de patatas se había retrasado quince días y setas no había. 
Ante sequía tan pertinaz, decidimos no esperar más el milagro de la lluvia y subimos a esta localidad amiga a recoger el encargo. 
De todas formas, como el buen aficionado nunca pierde la esperanza, a pesar de saber que no había caído una sola gota durante meses, decidimos girar visita a un par de sitios en los que habitualmente buscamos los preciados hongos y recogimos una docena de ejemplares.


Era más de lo esperado y por lo tanto, no muy lejos del mediodía, fuimos a recoger las patatas, previa compra de una buena bolsa de melocotones del Bajo Aragón que vendían en la plaza. La cuestión era aprovechar el viaje...
Ciento veinticinco kilos de patatas nuevas cargamos; recién cogidas del campo y de un sabor excepcional. De allí nos fuimos a comer. Tenemos una excelente relación con el dueño del restaurante, al que conocemos desde hace muchos años y, conociendo nuestra afición a las setas, siempre nos pregunta amablemente que tal ha ido la mañana.

Este año la pregunta no tenía mucha razón de ser, creíamos, pero lo cierto es que también nos preguntó y lógicamente tuvimos que decirle que no habíamos encontrado nada. 
Nos explicó que no había llovido prácticamente en ninguna zona del término municipal, ¡a excepción de un pequeño valle, en el que había granizado nada menos que tres veces! (En los bares, todo se sabe) 
- De eso hace ya más de un mes -nos dijo- pero es el único lugar donde salieron setas y puede que aún quede alguna... ¡Id a buscar en tal sitio!


Finalizada la comida, eran las tres y media de la tarde, estábamos a 130 Km. de casa y esa noche teníamos cena familiar, pero había que aprovechar la información recibida. 
No lo dudamos un instante y a pesar de tratarse de una zona desconocida por nosotros y de los pocos datos geográficos aportados, nos fuimos en busca del milagro.
La lluvia no cae en una finca concreta por lo que, cuando nos pareció que más o menos era la zona informada por el amigo hostelero, paramos el coche y entramos en el pinar.

Apenas poner el pie en el bosque ya divisamos setas que, aún sin ser comestibles, nos indicaban que allí había llovido. De inmediato...
Negrillas, níscalos, llanegas, macrolepiotas, barbudas, pie de perdíz, mocosa blanca, etc.
La fiesta, aunque tarde, había llegado. Tanto mi mujer como yo, en media hora llenamos las cestas. No sé si llegamos a internarnos 100 metros y regresamos al coche. Dadas las circunstancias era suficiente.
Llevábamos los sacos de patatas, las dos cestas de setas, una bolsa de melocotones y media bolsa de membrillos para hacer unas tartas. Solo nos faltaba un buen pan casero, que recogeríamos al pasar por la aldea dels Ibarsos.

Jamás pudimos pensar que el día acabara tan bien, por lo que cargados y contentos iniciamos el regreso. Todavía faltaba limpiarlas, era tarde y estábamos muy lejos de casa.
Si la mañana empezó dudosa, la tarde fue espectacular. La noche ¡para qué contar...!
Con las patatas nuevas recién compradas, preparamos unos huevos rotos con buen jamón; sumamos un buen revuelto de setas variadas y asamos unas chuletas a la brasa, todo ello bien regado con buenos caldos del Somontano y Rioja. 

Tras los cafés y copas correspondientes, partida de cartas hasta altas horas de la madrugada. Total, ¡un día redondo!. 
Solo una cosa nos salió mal, perdimos a las cartas pero, ¿a quien le importa eso, después de día tan completo?.

RAFAEL FABREGAT

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