17 de febrero de 2011

0275- EL APETITO DE LA CARCOMA.

Mucha y buena era la madera, pero más buenos eran los dientes de la carcoma y mucho el afán de comérselo todo. La entrada de hoy no se refiere a los pertinaces bichitos que, a poco que te descuides, pueden comerse el marco de alguna de tus puertas. No es eso, no. La entrada de hoy quiere hablar de aquel Comunismo que nuestros padres y abuelos, asfixiados por la dictadura de Franco, creían que era la panacea de los desheredados. Nada más lejos de la realidad. Tal como el tiempo ha demostrado, el Comunismo no era otra cosa que una dic
tadura más. Encubierta, eso sí, pero dictadura. Un lobo insaciable, disfrazado de cordero generoso. Una cosa es lo que el comunismo pregonaba y otro bien distinto la realidad que significó. El pan para todos, pronto se vio convertido en pan tierno para cuatro y mendrugos secos y escasos para los demás. En fin, nada nuevo, todos van a lo mismo...
La gente, básicamente los que nada tenían, entendía por comunismo la eliminación de la propiedad privada y el reparto ecuánime de la riqueza. Sin embargo la realidad fue muy distinta. Sí procedieron a la eliminación de la propiedad privada y muy especialmente los medios de producción, pero no para repartirlo entre los pobres, si no para controlarlo ellos en su totalidad.

La doctrina aparentaba facilitarle al proletariado la propiedad de todo cuando, en realidad, jamás podría ser propietario de nada. Como la más radical de las dictaduras, la riqueza total del estado era administrada por el gobierno y era él quien decidía lo que posteriormente se le daría a cada uno. El desencanto no tardó en llegar entre los trabajadores, que prontamente vieron que no eran los receptores de la riqueza que generaban. Como resultado de esa apatía, se redujo la producción en todos los sectores y con ella la riqueza del país afectado.
El Comunismo es sencillamente una utopía:
- Instauración de la propiedad comunitaria, como fórmula para asegurar la verdadera igualdad, política y económica.
La idea era buena, pero de imposible aplicación. La riqueza no puede repartirse de forma igualitaria, porque los que la producen no son iguales, ni la crean en la misma proporción. Cada cual debe tener lo que se merece. El que trabaja por dos debe ganar el doble y quien trabaja la mitad también debe ganar la mitad. Eso es la justicia, se llame como se llame desde el lenguaje político. Yo no conozco a nadie que quiera trabajar una hora más de lo que le corresponde, para que el perezoso pueda llegar una hora más tarde y disfrutar ambos del mismo sueldo. Lo que el pueblo quiere es justicia y justo es que el que más trabaje o arriesgue, sea el que más gane. Todo lo demás son envidias de mediocres que solo llevan a la miseria, del país y de su casa.

Asfixiados por la pobreza, la mayor parte de los países que instauraron el comunismo como forma de gobierno, han abierto sus puertas para poder aspirar el oxígeno que necesitaban, para equipararse con el resto del mundo. Quienes así han procedido están recuperándose y alguno de ellos incluso está haciéndose dueño del mercado mundial. Los que cerraron sus fronteras para que las nuevas ideas no llegaran a la población, han quedado en la mediocridad viendo como muchos de sus habitantes huyen a países vecinos en busca de lo que su tierra no puede darles. El igualitarismo ha sido siempre inaplicable, pero más todavía en el mundo actual.
Ya en 1.795, François-Noel Babeuf lo dijo bien claro:
"No queremos la igualdad escrita en una tabla de madera, la queremos en nuestras casas, bajo nuestro techos".
Sin embargo en 1.848 Marx y Engels fundan la llamada "Liga de los Justos" de la cual, por la brevedad exigida en esta entrada, destaco un lema que ha llamado mi atención e interés:
"De cada cual, según sus capacidades y a cada cual, según sus necesidades".
La utopía, quedaba una vez más demostrada.

Más pronto o más tarde, los ideales marxistas quedaron en eso, simples ideales que fueron apartados, corrompidos y finalmente desechados. Un simple sueño, cuya realidad no fue nunca la que sus creadores esperaban. El estado lo dominó todo y de todo se aprovechó, al tiempo que el proletariado se instaló en la miseria más absoluta. Esa no fue nunca, sin duda, la idea con la que Marx y Engels soñaron. El soliloquio de Segismundo, en la obra de Calderón "La vida es Sueño" lo dice bien claro:
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
Todos conocemos el final de la historia. Aquello de que "al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios" no fue la realidad que el pueblo comunista esperaba. La carcoma se lo comió todo...

RAFAEL FABREGAT

4 comentarios:

  1. Gracias amigo, aquí estamos (al pie del cañón) para lo que necesites.

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  2. Pues yo como siempre, sinceramente un gran artículo, para ilustrar a personas como yo que en este caso somos un poco más jóvenes y no teníamos ni idea de ello, un saludo maestro!!

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    1. Un fuerte abrazo Alberto Miguel. Tu siempre tan amable.
      Hasta siempre.

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