15 de diciembre de 2010

0220- CABANES, BODEGAS Y MOLINOS.

Ya nada es como antes...¡Todo quedó en el olvido!.
Aunque sea como en un sueño, todavía recuerdo haber visto en funcionamiento el último molino de aceite que, de forma particular, operaba en Cabanes. Un molino que, milagrosamente, todavía se mantiene erguido en el mismo centro de nuestra localidad. Nada menos que en la Plaça dels Hostals y haciendo esquina con la calle Delegado Valera, se construyó a principios del siglo XX el Molí de Josep de Rita, posteriormente heredado por Manuel Borrás y después por su sobrino Dr. José María Borrás. Según contaban nuestros abuelos, aunque la familia propietaria del molino era una de las más ricas de la localidad, parece ser que no tenían olivar, por lo que solían cobrar el precio de la molturación en especie. Ante la gran pobreza de entonces, el sistema era del agrado de sus clientes, que de esta forma no necesitaban preparar dinero para pagar este servicio; sin embargo se quejaban (y mucho) del escaso rendimiento. Tanto fue así que, unos años después, los vecinos de Cabanes constituyeron la Sociedad Cooperativa Agrícola Ntra. Sra. del Buensuceso y construyeron su propio molino en almacén ubicado en la calle General Mola, actualmente prolongación de la calle de San José. El citado molino se instaló en la parte trasera de dicho almacén, por lo que su acceso era por la actual calle Ildum, entonces bancales yermos de la familia Dotres. La apertura del molino de la sociedad y el descontento de los vecinos con el Molí de Josep de Rita, obligó al cierre de este último. 

Muchas décadas después (principios de los 90) cerraría también el molino de la Cooperativa, por imposición de la UE, que no admitía el antiguo sistema de molturación y prensado en caliente.
La casa de mis padres estuvo siempre en el número siete de la calle de Las Eras, una calle secundaria pero de las más activas de Cabanes a mediados del siglo XX. En los impares de dicha calle estaban los corrales de la vecindad, las casas de los pobres y algunas puertas traseras de la calle Capitán Cortés, hoy carrer de la Font, mientras que los pares eran las puertas traseras de las casas pudientes de la calle Delegado Valera y lugar donde hacían su vida dichos vecinos. Si no recuerdo mal, solo siete casas con número impar tenían fachada a dicha calle, mientras que el total de casas habitadas serían casi cuarenta.
La puerta principal de los vecinos, con fachada en la calle Delegado Valera, apenas se abría dos veces al año puesto que todos ellos tenían la cocina en la parte trasera, más soleada y agradable y por la que entraban y salían para ir a sus quehaceres diarios. Es por este motivo que el grueso del vecindario tenía su hábitat en el carrer de les Eres y no en el carrer de Castelló. Se sumaba a este orden natural de comodidad, el gran ambiente que la fusteria dels Facundos y muy especialmente el molí de farina de Ernesto el de la Barana reunían.
Con la pobreza de entonces, las carpinterías no tenían entonces muchos encargos importantes, pero sí muchos trabajos que atender; chapuzas que daban escaso beneficio pero que, a modo de taller de reparación, significaban gran trasiego de clientes. 

Con el molino de harina ocurría otro tanto ya que, siendo uno de los pocos que había entonces en la comarca, todos los vecinos de la localidad, pueblos vecinos y muy especialmente todas las gentes del Plà de l'Arc, iban allí a moler el trigo con el que posteriormente hacer su pan y también otras muchas legumbres con las que engordar a los animales que se criaban entonces en las casas y especialmente en las masías. El tío Ernesto era siempre comprador de todo el excedente de harina que los clientes tenían y también del salvado (segó), cascarilla del trigo y de la cebada que, previamente remojado, se daba como pienso a gallinas, cerdos y otros animales que muchas familias criaban en corrales próximos, e incluso en la propia casa. El ambiente del carrer de les Eres era entonces impresionante. Todas las casas habitadas y todas las puertas abiertas de par en par, con un simple cañizo o cortina realizada artesanalmente con trocitos de vara de "baladre" que la gente cortaba en el Barranc de Miravet, como protección de la puerta contra el sol y para que la casa se ventilara. Hombres y mujeres deambulaban permanentemente hacia sus quehaceres diarios, uniéndose a los muchos forasteros que llegaban de todas las procedencias. A la salida de la escuela, niños y niñas de todas las edades llenaban la calle en un bullicio constante. En una pequeña calle como esa, no más de cuarenta casas, entre chicos y chicas había más de una docena de muchachos de edades parecidas, a los que se sumaban algunos de las calles próximas. 

El tío Ernesto el de la Barana, propietario del molino de harina, tenía otro negocio adicional aunque de corta temporada. 
Era una bodega para la molturación y prensado de la uva, con sus cubas correspondientes, a la que muchos vecinos de Cabanes llevaban una parte de su cosecha para hacer el vino necesario con el que pasar el año. Esta bodega estaba situada en el número cinco de la calle del Huerto y uno de sus muchos clientes era también mi padre, lo cual propiciaba que también yo fuera uno de los muchos niños que nos reuníamos en ese carrer de l'hort, entonces de tierra, donde hacíamos pequeñas balsitas con el vino que se desprendía de "les paneres de raïm" que los vecinos descargaban en la calle, jugando también a tirarnos algunos racimos, con el natural enfado de los propietarios. En aquella época, era cosa bastante frecuente que las familias tuvieran sus propios toneles de vino en el corral de la casa, por lo que el trabajo de reparación y limpieza de los mismos daba lugar a un desaparecido oficio que era el de tonelero y que en Cabanes desempeñaba el conocido por todos como "Gerardo el Boter". Persona muy afable, Gerardo iba por las casas de todos aquellos que requerían sus servicios y con una larga varilla de hierro extraía "la fargalà" (poso que el vino había precipitado al fondo del tonel) y tras la correspondiente limpieza, estopada, cal viva y mechas de azufre, dejaba las grandes botas de vino limpias y preparadas para admitir la nueva cosecha. 

Pero los tiempos cambian y la gente, ante los bajos precios que se pagaban por el cereal, plantó viñas en la práctica totalidad de los campos que no tuvieran arbolado. Ernesto, primeramente cedió la explotación del molino a su empleado Herminio Santamaría pero, no habiendo trabajo, finalmente cerró y Ernesto, vendiendo todas sus propiedades, marchó con su familia a Oropesa.
Con la construcción de la nueva Bodega de la Cooperativa también el oficio de tonelero cayó en desuso. Los socios, se acostumbraron a recoger el vino ya elaborado en la propia bodega, a medida que lo iban necesitando y el oficio de "boter" desapareció. Gerardo intentó compaginarlo con la venta de vino pero, no siendo suficiente, entró a trabajar como peón del Ayuntamiento, con tan mala fortuna que, poco tiempo después y en el almacén municipal "de l'Hospitalet", lugar que actualmente acoge el ambulatorio local, le explotó un cohete de los utilizados para deshacer las numerosas tormentas que granizaban las viñas, destrozándole buena parte del brazo, a consecuencia de lo cual le amputaron la mano.
Otra bodega había importante en Cabanes, en la calle del General Aranda, hoy carrer de la Fira. Era de la familia Pastor. Siendo ya su padre elaborador y comerciante en vinos, a la finalización de sus estudios de enología, su hijo Joaquín Pastor (posteriormente alcalde de Cabanes) actualizó las instalaciones paternas y unos años después trasladó el negocio a una bodega de nueva construcción, junto a la carretera de l'Arc Romà, frente a las instalaciones de la Cooperativa Agrícola. 

Alguien tacharía la nueva inversión como una temeridad, debido a la fuerte competencia con la Cooperativa local, pero los muchos particulares que vendían la uva a su bodega le animaron a ello y, con más o menos fortuna, fueron muchos los años que mantuvo el negocio en marcha. Después, una vez más, vino la prohibición de la UE. Había excedente de vino y Europa decidió que debía eliminarse el viñedo de cepa híbrida, justamente el que Cabanes y todos los pueblos de la comarca trabajaban. 
Con estas dos medidas de la UE, Cabanes perdió los molinos de aceite y las bodegas. El mundo es cambiante y, aunque en el día a día apenas nos demos cuenta de los cambios, son muchos los negocios que hemos conocido y que actualmente están totalmente desaparecidos.
Como cierre del tema quiero enumerar un molino, uno más, que todavía he conocido en funcionamiento aunque en tiempos tan lejanos que no puedo dar detalles al respecto. Realmente era una descascaradora de almendras y el edificio, tras muchísimos años sin apenas mantenimiento y natural aspecto descuidado, fue restaurado e instalado un bar en sus bajos. Sí amigos, se trataba de "la Bocatería Luís", en la calle Delegado Valera. Sin embargo, aquello de que "nada es para siempre" tiene especialmente razón de ser en este caso puesto que este joven murió de forma inesperada y también este negocio cerró para siempre. Este antiquísimo antiquísimo molino o descascaradora de almendras, era una de las tres últimas "reliquias" que a Cabanes le quedaban de un pasado esplendoroso. Remozado este edificio y eliminados los restos de su historia, quedan en situación de ruina "el Teatro-Cine Benavente i el molí d'oli de Josep de Rita", en la propia plaça dels Hostals, aunque podría sumarse a ellos la Bodega de Pastor extramuros que, en su acostumbrado emplazamiento de la Carretera de l'Arc mira con tristeza el pasado.

No ha sucedido así con la Bodega Cooperativa Ntra. Sra. del Buensuceso que (como el ave Fénix) ha renacido de sus cenizas, siendo actualmente no solo un nuevo almacén para el suministro y recepción agrícola sino, también un importante centro comercial y estación de servicio de utilidad para sus asociados y gran negocio para la sociedad.
Los tres anteriores no evolucionaron y, tras importantes años de gloria, murieron para siempre. 
El refrán, una vez más, lo dice bien claro... ¡Renovarse o morir!. Pero para eso hacen falta inversiones, coraje y dinero que no siempre tienen los particulares, pero sí las sociedades que trabajan con dinero ajeno. Si se acierta, estupendo, pero si no se acierta no pasa nada. Nuestros padres construyeron el edificio de Abonos y Molino de aceite de la calle San José, la Bodega, dos veces la Descascaradora de almendras pues la primera desapareció en un incendio y hasta el de la Caja Rural, hoy CAJAMAR, con su Bar Cooperativa y vivienda para el conserje. Todo se hizo con el trabajo y dinero de los asociados. Décadas de descuento en el precio de las cosechas para poder liquidar los créditos utilizados en dichas construcciones. Muchos se preguntan quien, en verdad, se ha beneficiado de todos esos sacrificios... ¿No lo sabéis?. Pues yo lo diré... Los que nunca fueron socios de la Cooperativa, ni de la Bodega, ni de la Descascaradora; los que compraban los abonos y fitosanitarios a los comerciantes particulares, los que vendían la uva y las almendras a los comisionistas locales y los que metían sus dineros en los Bancos ajenos a la Caja Rural. ¡Esos son los que ganaron con la instalación de la Cooperativa!. (Y todavía siguen ganando...)

RAFAEL FABREGAT

No hay comentarios:

Publicar un comentario