11 de septiembre de 2010

0152- INCENDIOS FORESTALES; AUTORES Y CONSECUENCIAS.

Aunque parezca una ironía (que no lo es) resulta que los españoles debemos felicitarnos porque, en lo que va de año 2.010, hemos sufrido 3.133 incendios forestales con un total de 36,820 hectáreas quemadas. La triste felicitación viene a cuento de que el horror al que me he referido anteriormente resulta ser muy inferior al registrado el año anterior.
Según los datos del Ministerio de Medio Ambiente, en el ejercicio de 2.009, hubo nada menos que 1.709 incendios más, o sea 4.842, que arrasaron 107.645 hectáreas; para la forma de expresarnos que nos es habitual en Cabanes, vienen a ser 1.291.740 hanegadas. Debemos pues felicitarnos; en el 2.010 (sólo) han ardido 441.840 hanegadas, apenas un tercio de lo que se quemó el año anterior.

Sin embargo no crean Udes. que los pirómanos se han reformado. Tanta suerte no cabe. Unos fueron multados, otros incluso detenidos y encarcelados... Ha llovido más y el tiempo preferido por estos energúmenos (viento y si es poniente mejor) no ha acompañado en tantas ocasiones. Hay que señalar, además, que a la naturaleza le cuesta más de veinte años regenerarse y muchas de las zonas óptimas para semejantes chalados van mermando.
Porque esta es la pregunta del millón... ¿Quienes son y que persiguen con su acción?
La respuesta es compleja puesto que son muchas y variadas las razones que pueden llevar a cometer un acto tan despreciable y ruin, como es el de provocar un incendio del que nadie puede prever sus consecuencias finales. No se trata tan solo de quemar un monte... ¡con el pueden arder casas, coches y hasta vidas humanas!; porque las que contiene la naturaleza propiamente dicha, está claro que arden sin remisión. ¿Que es de los animales menores a los que el fuego acorrala...?

Está claro que una persona normal, aunque tenga intereses en ello, no es capaz de pegarle fuego al monte. Partiendo de esa premisa, hay que dejar claro que un poco, o un mucho, de locura hay por parte de quienes se dedican a estos menesteres. Eso no quiere decir que el verdadero culpable, el que es posible que pueda pagar para realizar la acción, de loco no tiene nada y por lo tanto es el causante real, pero... ¿cuales son esos intereses?
- ¿Urbanísticos?
- ¿Madereros?
- ¿Vengativos?
Sean cuales fueren, como he dicho anteriormente, creo que debemos añadir siempre el de locura. Esta claro que buena parte de los incendios deben ser (tienen que ser) provocados por pirómanos, gente trastornada, incapaz de analizar y controlar sus impulsos. Gente que incluso, a la vista de las llamas, siente una cierta liberación, un regusto.
El pirómano (totalmente pirado o a sueldo) sigiloso, espera a que las mejores condiciones climatológicas propicien el éxito de lo que considera su misión. Se dice que su objetivo es disponer de los "tres treintas": No menos de 30º de temperatura, no menos de 3o km/h. de viento y no más de un 30% de humedad. Su cerebro no ve más allá, el monte es la presa a conseguir.

Las fuerzas de vigilancia forestal, saben que un porcentaje altísimo de los incendios son provocados y con varios focos simultáneos que hacen más difícil su control. Incluso son reiterativos, en zonas donde su control se ha llevado a cabo con una cierta rapidez y el resultado, para el pirómano, no ha sido el esperado. Los vigilantes esperan atentos, intentando cazar al incendiario, pero éste parece saberlo y espera agazapado la oportunidad de actuar impunemente. Ante la posibilidad de que controle las comunicaciones, puesto que está comprobado que en algunas ocasiones las controla, en muchas zonas ya no se habla por las emisoras, sino por medio de telefonía móvil. Todos le esperan... y le temen. Normalmente es gente de la zona, perfecto conocedor de las pistas rurales y de las zonas con más cantidad de maleza y difícil accesibilidad, gente que en muchas ocasiones utiliza métodos de incendio retardado que le permiten escapar impunemente de un fuego que no se activará hasta pasado un tiempo, suficiente para escapar y tener una perfecta coartada.

Por diferentes causas, siempre unidas a un importante grado de enajenación mental por parte de sus autores, los incendios forestales siguen provocándose. En ciertas ocasiones puede detectarse un posible motivo económico pero, sin éste también se producen incendios forestales, como se producen también en ciertas ciudades los incendios de los vehículos correctamente aparcados. Algunas veces es el mal, por el solo placer de realizarlo. Como he señalado anteriormente, no solo hay que buscar intereses económicos por parte de los autores de esta lacra social; detrás siempre hay un loco que es, en definitiva, el último eslabón de la cadena: ¡el que prende la cerilla!
No un loco declarado como tal sino cualquier persona que, de forma temporal o transitoria, pueda ver afectado su ya de por sí corto cerebro y motivado por celos, envidias, venganzas, etc. llevar a cabo una acción que, en circunstancias normales, difícilmente podría realizar.

En algunos casos, incluso se ha hablado de efectivos del cuerpo de vigilancia forestal como posibles incendiarios. Los motivos... bajas temporales, resoluciones de contrato, etc. en definitiva enajenación mental que, transitoria o no, deja el monte abrasado devaluando zonas forestales riquísimas para el medio ambiente y para todos aquellos que amamos la naturaleza. Poco más se puede hacer. La cantidad de medios puestos a disposición del colectivo de control es incalculable; aún así luchar contra el pirómano es difícil puesto que buscar causas que lo justifiquen y que, en consecuencia, permitan adelantarse a sus pensamientos es imposible. Solo se sabe que éste busca la oportunidad, el momento de hacer más daño, pero son muchas las hectáreas de monte a vigilar y, siendo muchos, los efectivos no serán nunca suficientes.

El único poder disuasorio podría ser quizás el incremento de las penas; no para aquellos desgraciados que, por una imprudencia y sin ánimo de hacer daño, se ven inmersos en una fatalidad de este tipo, pero sí para los que de forma canallesca prenden el monte por el solo hecho de hacer daño o por el de cobrar un dinero de quién es incluso más ruin que ellos mismos. Penas equivalentes a las de un asesinato, que siempre lo es para la naturaleza y para la fauna que vive en ella. También, algunas veces, para alguno de los efectivos humanos que luchan contra esos incendios. Solo la aplicación de penas durísimas, podrían quizás hacer reflexionar al que prende el monte de forma alevosa y más todavía al que paga por hacerlo.

Otra causa que también se ha manejado, a nivel popular, son los intereses turísticos. Son muchas las zonas españolas que, en gran medida, viven del turismo y sabido es que al turista (como a todo el mundo) no le gusta ver ni estar en parajes que hayan sufrido la desolación del fuego; que ya no pueden ofrecer más paisaje que las cenizas. No es grato a la vista. El turista, tras un año de trabajo y privaciones, quiere pasar unos días de vida idílica. Con playa o sin ella, busca un vergel de bellos paisajes y ambiente extraordinario. Las zonas que ofrecen esto de forma comercial, que son la mayoría de las que tienen turismo, están predispuestas a las envidias. Son competencia para el medio y es de suponer que cuando una cae otra se levanta con mayor fuerza.
El Superman desinteresado no existe, y detrás del daño causado al medio o a la persona en estado de indefensión, siempre hay un beneficio para el autor. La policía criminalista, en sus investigaciones siempre busca, en primer lugar, al beneficiario de la desgracia ocurrida o de la acusación injustificada. Hacen bien, en el 100% de los casos el que hace daño a los demás lo hace para beneficiarse. El beneficio no siempre es económico, pero siempre es la palanca que lanza al canalla hacia niveles superiores, inalcanzables a través del trabajo.

EL ÚLTIMO CONDILL

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