7 de agosto de 2010

0127- LA POLICIA MONTADA DEL CANADÁ.

Las cosas casi nunca son lo que parecen. Realmente ni estamos en Canadá, ni la policía es la que se nos muestra en las películas. Tampoco se trata del Regimiento de caballería que, procedente de Fort Laramie puede salvarnos del asalto de nuestro rancho por parte de los indios comanches. Todo eso, como he dicho antes, son películas; la realidad es muy distinta.
Hoy es 6 de Agosto de 2.010, estamos en Cabanes y faltan unos minutos para las doce de la noche. Estamos pues en plenas Fiestas de Agosto y, siendo viernes, en el plato fuerte de los aficionados al toro embolado. Han lanzado ya los tres cohetes, faltan segundos para que salga el primero de los dos toros embolados de la noche; un toro colorao, de hocico perlino, bravo, de la ganadería de Miguel Parejo, de Cabanes, que pronto demuestra su veteranía y excelente forma. Será al final de su exhibición cuando cogerá a uno de quienes lo citan y lo dejará en cueros tras dos fuertes embestidas junto a la barrera metálica que el mozo, no excesivamente experto, no ha tenido tiempo de cruzar. Zapatero a tus zapatos. Ha tenido suerte, ha quedado desnudo pero sin heridas visibles, el herraje de las bolas de fuego le ha protegido de la cornamenta y, al parecer, se trata solamente de los golpes y magulladuras proporcionadas por toro y barrera. Cuatro días dolorido y moratones por medio cuerpo; eso no es nada... ¡para lo que hubiera podido pasar! Los mozos, que hasta entonces lo citan y recortan en multitud de ocasiones, impresionados se retiran en su totalidad y el toro queda a su libre albedrío para aburrimiento del tendido. Afortunadamente la brea de las bolas es escasa y pronto se apagan, saliendo los cabestros a retirarlo a los corrales.

Ahora viene el que creíamos sería el último y plato fuerte de la jornada, que no lo fue. Se trata de un toro cerril de la ganadería de Germán Vidal, también de Cabanes, negro zaíno, que ya se ha probado por la tarde y que ha dado muy buenas impresiones. La salida del cajón ha sido espectacular y ha habido algunas dificultades para sujetarle en el pilón de embolar. Pitos para los emboladores. Buenas carreras y varios levantamientos del duro y pesado tablao que ya por la tarde había volcado del revés. Por la noche no ha sido menos y se lo ha llevado sobre las espaldas en tres o cuatro ocasiones. Aplausos de la concurrencia. También este toro, en un momento de despiste, ha sacado de la barrera a un mozo de la localidad que no estaba del todo escondido. Es que uno no puede estar medio dentro y medio fuera, charlando con los amigos de espaldas a la plaza, mientras un bicho como ese anda suelto, ¡cojones!.
En fin, nada grave tampoco, pero un buen susto. Todo un espectáculo pero, repito, para algunos el plato fuerte ha sido otro...

En ese momento llega mi hija segunda (Ana) a nuestro cadafal, procedente de la "peña" donde está con sus amigas. La ha llamado Maite Bellés, la hija de Federico el ferré, para decirle que unos ladrones están subiendo por uno de los canalones de nuestra casa con hierros en la mano. Alarmada ha llamado a la patrulla de la Guardia Civil y éstos, que están en la población, se han personado a los veinte minutos para impedir el acceso a nuestra vivienda. No han sido tan rápidos como la Policía Montada del Canadá, hay que esperar a que el ladrón se marche por su propio pie, no sea que vayan armados... Afortunadamente los ladrones (más bien drogadictos ya con "mono" que necesitaban pasta para unas rayas que les devolvieran a "su" realidad) no han podido trepar por el canalón y han desistido. Cuando la patrulla de la Guardia Civil ha llegado, los ladrones ya no están. ¡Menos mal! habrán pensado los guardias.

Nosotros al darnos nuestra hija el recado, abandonamos la exhibición taurina y rápidamente nos vamos para casa. Cuando llegamos Maite, vecina de enfrente, todavía está en su terraza a la expectativa y, al vernos, baja a la calle para explicarnos lo sucedido. Nos comenta que la barra de hierro que querían emplear la han dejado sobre la acera de la calle lateral y vamos a comprobarlo. En ese momento un chico (va solo) se nos acerca preguntándonos donde hacen la verbena. Le indicamos y al marchar nos dice Maite que ese era uno de los autores del intento de robo, lo que nos alerta de que han regresado a la zona y seguramente persisten en su actitud de perpetrar el robo. Yo en previsión de males mayores lanzo la barra de hierro, de unos dos metros de largo, por encima de la verja de la Villa de Pancho. Si lo quieren intentar de nuevo no hay que darles facilidades. El delincuente, viendo que le observamos, marcha hacia las viejas escuelas donde hacen el baile y entra, pero vuelve a salir a los dos minutos y se une a otros tres que parecen ser compañeros y se integran en una pandilla que tiene la "peña" frente al restaurante "el Trinquet"; yo paso por delante, haciéndome el despistado y marcho a mi casa.

Aunque son más de las dos de la madrugada, intranquilos por los acontecimientos, no nos acostamos todavía y quedamos tomando el fresco en nuestra terraza cuando, cinco minutos después, el individuo y dos compañeros más se acercan al portal vecino y empiezan a hurgar en la cerradura, el cuarto parece mear en la placita adyacente, aunque seguramente es que está vigilando. Llamo al 062, informo y doy datos del lugar diciéndome que mandan inmediatamente a la patrulla. Tampoco en esta ocasión la Guardia Civil es el Regimiento de Caballería de los Estados Unidos que nos salvará de los indios que asaltan nuestro poblado. Al no ceder la cerradura que estaban manipulando van hacia un ventanal que hay sin reja en los bajos de la casa siguiente y lo levantan desgarrando el encerado que hay en su interior. Yo le hablo fuerte a mi mujer para llamar su atención y ellos, a modo de excusa, dicen en voz alta mirando hacia el interior de la ventana:
- Mamá, mamá, que me he dejado las llaves.
Están a punto de entrar y, pensando que los dueños están durmiendo en el interior, le digo a mi mujer que les llame por teléfono al tiempo que yo bajo rápidamente a la calle. Casualmente los dueños asoman entonces por la esquina, procedentes de la Fiesta taurina. Pero en el minuto empleado en bajar yo a la calle, los delincuentes han marchado nuevamente.

No son profesionales, sino drogadictos necesitados de "material" porque, charlando nosotros con los dueños de la ventana rota y poniéndoles al corriente de la situación, ellos asoman la cabeza por la esquina con la intención de ver si nos hemos marchado y probar nuevamente a entrar en la casa. Al vernos desisten, pero no se alejan del lugar, sino que regresan a la "peña" de la que proceden. Son las tres menos cuarto de la mañana y más de diez intentos de robo en la zona (cuatro en nuestra vecindad) cuando llega el coche patrulla de la Guardia Civil; cuarenta y cinco minutos desde que les llamamos y estando la patrulla en las calles de la localidad. Esa misma patrulla, a instancias del conductor, llega en menos de cinco minutos a destino cuando se trata de molestar a los componentes de la "peña" de nuestra hija, con identificación de todos los presentes incluída, por el solo delito de tener mesa en la calle, como es tradición en nuestro pueblo en Fiestas. Pero ¡claro! es que él y su mujer viven arriba, en la misma finca y les molesta que los jóvenes estén cenando allí. Para presionar a esos jóvenes matrimonios (uno de los cuales es su propio casero) a que abandonen el lugar sí son rápidos. Esos saben que no llevan arma ninguna, no hay que esperar a que desaparezcan por sí solos.

Como uno más de los propietarios de las casas forzadas y como testigos de los intentos de atraco de otra, nos piden y les damos a la Guardia Civil nuestros datos, les damos pelos y señales de los delincuentes, vestimenta y les señalamos incluso la mesa donde están sentados en la calle. Contrariamente a lo ocurrido en la "peña" de nuestras hijas, serias muchachas de casi 35 años prácticamente todas casadas y merendando tranquilamente en la calle de la finca de su propiedad con sus maridos e hijos, en esa "peña" cobijo de delincuentes no se les pide identificación a los presentes y solo se identifica al cabecilla principal y a uno de sus cómplices. Los otros dos quedan allí en la mesa tomando el fresco (y cubatas) con sus valedores.
Ignoro cuanto tiempo estarían detenidos los dos que se llevaron al Cuartel, si es que llegaron al mismo, lo que si sabemos seguro es que viendo que Maite era uno de los testigos y no habiendo nada más a mano de lo que vengarse, esta mañana cuando nos hemos levantado los contadores de la luz del solar adyacente a la finca donde vive esta chica, pendiente de construir y desde los que la finca se abastece como "luz de obra", están rotos y derribados en el suelo.

Desgraciadamente si la Guardia Civil tiene que salvarnos de algún contratiempo vamos listos... Yo espero y deseo que no todos serán igual como los antes referidos y que, sin duda, alguno habrá que se dedique (por lo menos) a espantar a los delincuentes y no a molestar a los sufridos vecinos de Cabanes, lugar de enclave del Cuartel que a ellos les cobija y protege y cuyo mantenimiento, aunque solo sea de jardines y poco más, se realiza con cargo a las arcas municipales que se abastece de nuestros impuestos.
He oído decir que el referido guardia tiene nuevo destino y marcha antes de dos meses de la localidad. ¡Menos mal! No hay desgracia que cien años dure... ¡ni cuerpo que la resista!

EL ÚLTIMO CONDILL

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