10 de agosto de 2010

0130- LA MALDICION DE LA CONDICION HUMANA.

Muchas son las dudas sobre la existencia de Dios, pero ninguna sobre la del Diablo. Algún despistado, que solo ve en esta expresión el punto de vista religioso, piensa que todo es lo mismo pero no en el sentido que yo quiero expresar.
A Dios, si existiera, habría que ganárselo mientras que al Diablo lo llevamos todos dentro, ya incorporado, de la misma manera que los niños llevan inexcusablemente la mochila para ir a la escuela.
Como bien dice la canción, solo se vive una vez y el cielo y el infierno están en este mundo, como también lo están los ángeles y los demonios. No hay que esperar a la muerte y, tras ésta, no hay que subir para ver a unos, ni bajar para ver a los otros. Están aquí y ahora... ¡Estuvieron siempre!.
Sobre la existencia de los demonios no cabe duda alguna puesto que los hay en cualquier lugar de la tierra. Blancos, negros, amarillos y mulatos, son visibles a cualquier hora del día los trescientos sesenta y cinco días del año. 

Lo de los ángeles ya es más complicado, por su escasez, pero a todos nos consta su existencia. 
Escasos como escasas son las meigas de Galicia pero, según los gallegos afirman, haberlas haylas. Otra característica que los hace visibles es su juventud, no hay ángel viejo y cada día hay que ir más atrás para encontrarlos. Sin embargo con los demonios no ocurre lo mismo puesto que sí puede haberlos jóvenes. De hecho, tal como acabo de decir, los Demonios se introducen cada día más pronto en el cuerpo de la juventud. Los demonios abundan porque, en mayor o menor medida, demonios somos todos. Es la maldición de la condición humana, algo que nos viene dado, herencia que nuestros genes arrastran desde el mismo momento de nuestra presencia en la tierra. Forma parte de nuestro instinto de supervivencia y nada se puede hacer contra ello. 

Las posibilidades de anular el instinto animal que todos llevamos dentro son escasas, nulas diría yo. Podemos eso sí, educarnos en los modos y en las formas. Esconder el demonio que llevamos dentro, disfrazarlo; que los demás no lo vean aparentando que eso no va con nosotros. Pero solo a los tontos engañaremos, algo es algo dirán algunos pero, desde mi modesta opinión, para engañar solo a los tontos no merece la pena el esfuerzo.
A menos cultura, más amor y más facilidad en las relaciones, en el trato y en los negocios. 
En un país adelantado preguntas por determinada calle y (estando en ella) nadie sabe decirte donde está. En cuanto a las compras, preguntas precio o compras directamente lo que te gusta sin preguntarlo. El "sablazo" es mesurado pero inevitable. El comerciante de turno ha metido el margen comercial que ha considerado oportuno sobre costes y el precio es el que es. Sin embargo, cuando tu vas a un país más atrasado, el comerciante solo sabe los costes, no el precio de venta. Cuando alguien le pregunta el precio de un determinado producto dice el que corresponde a la imagen del comprador:  Si te ve como un turista rico, multiplica por diez; turista del montón, por ocho; turista a dos velas, por seis; local con posibles, por cuatro y local miserable, por dos.

Después viene la negociación, el regateo apasionado de ambos contendientes que, a poco que uno se esfuerce, deja el margen comercial por la mitad de lo exigido inicialmente.
Pero en fin, no todo son penas y demonios, también hay ángeles y, según me han contado, amigos. 
Los ángeles, por su condición de tales, solo pueden ser de una forma... Personas cariñosas, nobles de corazón, desinteresadas, que solo viven por y para los demás, que altruistamente se entregan en cuerpo y alma dándolo todo por nada, independientemente de que el receptor merezca o no sus desvelos, pero esos ángeles... ¿Donde están?.
También, según he oído decir, que hay amigos. Pero de esos hay diferentes de clases:  Los hay para ir a almorzar, a cazar, a pescar, al baile, al fútbol, para las fiestas patronales, para cenas y meriendas, viajes y excursiones, etc., etc. Solo falta una clase, el amigo para ser amigo, pero esos... ¿donde están?.
Desde mi punto de vista, como los ángeles, solo hay una clase de amigos. Aquellos que incluso superan y en mucho la condición de hermanos, el problema es que esos amigos, o no existen o no he tenido la suerte de encontrarlos. Probablemente será porque no los merezco pero si es así... ¿Quien los merece?.

Esos mismos amigos a los que invitas a tu casa, agasajándoles con lo mejor que eres capaz de ofrecerles y a los que les escancias el mejor vino del que dispones, te invitan a su casa y te dan, para comer y beber aquello que les regalaron y que, no siendo de uso habitual, tenían en un rincón de la despensa. 
No aceptan asociarse contigo, si no se demuestra que compartes con ellos escritura de propiedad, mientras aceptan de terceros esa sociedad que a ti te denegaron. 
Solo te llaman para acudir a algún evento cuando no tienen la compañía de los demás y si la tienen y para quedar bien te invitan a cenar con ellos y aceptas, alegan posteriormente una excusa para anular el encuentro. 
Ante tal eventualidad caben dos resultados:  Si te quedas en tu casa no te enteras y el desenlace es que para ti la noche esté perdida pero, si sales solo o con otras personas, te encuentras con la triste realidad de que ellos sí que han salido y que la invitación era más falsa que Judas. Yo he visto demasiadas pandillas de "amigos" rotas por este tipo de cosas. El por qué y el para qué, solo esta clase de gente lo sabe porque, metro arriba o abajo, los orígenes de unos y otros...  Vamos, que pocos tienen escudo nobiliario en su fachada.

Uno no será el niño Jesús pero, ni en el plano laboral ni en el festivo, nadie podrá decir jamás que le he despreciado y no he atendido, en la medida de mis posibilidades, sus demandas. 
Nada se soluciona intentando agradar a todos, porque agradar a todos es imposible, pero al menos procurarlo. 
A personajes despreciables, dicho esto por los mismos que les agasajan, se les ríen todas las gracias y se hace corrillo y orejas a todo cuanto dicen aunque no sean más que necedades.
El problema de hacerte mayor es que estás cansado de todo y de todos, sobre todo de todos. Porque , al igual que las putas, los tontos jamás son capaces de decir que no a nadie ni a nada. Y... ¿cual es el pago?. Pues ya se lo pueden figurar... Cuando alguien no te califica como su igual no es tu amigo y si además te mira por encima del hombro... aunque tuvieras un saco de billetes, nunca serás de los suyos.

Entre la gente humilde los antecedentes económicos y familiares son de simple basura, miserables que para colmo de despropósitos, carecen de etiqueta política. De izquierdas para la derecha y de derechas para la izquierda.
Con esos handicaps no hay la más mínima posibilidad. El mundo es como es y sabido es de todos que unos roban y otros tienen fama de ladrones. En esta sociedad y época en la que nos ha tocado vivir, ladrón es el miserable que coge una col para llenar la olla con que alimentarse. Incluso conozco a uno que pasó por ladrón sin cogerla. 
El que pide un préstamo y no lo devuelve, el que compra y no paga, el que engaña aprovechándose de sus mayores conocimientos o de la ignorancia y buena voluntad de los demás, no es ladrón ni estafador... ¡Es inteligente, una persona brillante con la que todos quieren estar y de la que todos quieren ser sus amigos!. En fin, unos tienen la fama y otros cardan la lana. Con esta clase de amigos... ¿quienes son los enemigos?.

RAFAEL FABREGAT

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