25 de junio de 2010

0103- CASTELLON EN LA DECADA DE 1.950.

Instituto Francisco Ribalta.
Castellón de la Plana, a poco más de 20 Km. de Cabanes, no es solamente nuestra capital provincial sino que forma parte de nuestras vidas. Allí fueron a estudiar el Bachillerato los jóvenes hasta hace muy pocos años y allí tienen Universidad e incluso casa o piso, multitud de familias de nuestro pueblo y de todos los pueblos de la provincia. Sin ánimo de faltarle a nadie al respeto yo siempre digo que, si todos los que no son de Castellón abandonaran por un día la ciudad, ésta se convertiría en un desierto. Esa circunstancia no se da solo en Castellón, sino en todas y cada una de las capitales provinciales de nuestro país y de todas aquellas que pueblan la tierra.
Antiguamente la gente de pueblo vivía y moría en su pueblo, con escasísimos viajes a la capital.

Puerto de Castellón a principios del siglo XX.
Tan escasos, que no hubiera sido difícil entonces nombrar a personas que murieron de viejos sin verla. Concretamente yo, que hice la "mili" en el Regimiento Tetuan-14 de Castellón, llevé a alguno de mis compañeros de Compañía al Grao para ver el mar, que solo habían visto en la televisión. Ya sé que este tipo de cosas suenan extrañas, pero así eran entonces. Contrariamente a lo que ahora ocurre, desplazarse a Castellón era en casos tan puntuales como una gravísima enfermedad o comprar un vestido de novia o de comunión. Todo lo demás, en mayor o menor calidad, estaba en el pueblo. En Cabanes, como en cualquier pueblo de la provincia, había varios sastres o modistas y eran ellos quienes cosían la ropa para todos.

Lo del "pret-a-porter" todavía no había sido inventado y cada prenda se hacía a medida, incluso las camisas.
Ir a Castellón era todo un acontecimiento y más todavía pasearte con la Panderola, minúsculo tren que no solo hacía las veces de trolebús urbano sino que, con ambición de importante tren de cercanías, llevaba a la capital a los vecinos del Grao de Castellón, de Almazora, Villarreal, Onda y Burriana, devolviéndoles unas horas después a sus casas. Yo, ante la desgracia de perder a mi madre con poco más de dos años de edad, fui acogido durante largo tiempo por mi tía materna Ángeles, que vivía en Burriana y no tenía hijos. Después mi padre se casó nuevamente pero, hasta al menos los 10 años de edad, todos los veranos pasaba al menos un mes en su casa.

Esta circunstancia hizo que más de una vez viajara yo con mis tíos con la popular "Panderola". Un viaje habitual era de Burriana a Villarreal, lugar en el que vivía un matrimonio que, teniendo muchos hijos y no pudiéndolos mantener, les dio a mis tíos en adopción uno de ellos con la única condición de no perder totalmente el contacto. También hacíamos algún viaje hasta Castellón y recuerdo también haber ido al Grao de Castellón. Como un sueño veo que la vía transcurría bajo la sombra de los plataneros, junto a la carretera y también recuerdo que, para el regreso a Burriana subíamos al tren en la Plaza de la Paz, donde había parada y despacho de billetes.

Mi último recuerdo es el silbato y el humo, con ese olor a carbón mineral tan unido a las herrerías de entonces y al alquitrán de las viejas carreteras.
No recuerdo nada más sobre el particular. Hay que tener en cuenta que yo nací en 1.949 y la "Panderola" dejó de funcionar el 1 de Septiembre de 1.963 cuando yo apenas había cumplido 14 años. Estoy convencido que el 95% de mis coetáneos de Cabanes, no llegaron a subir nunca a ese pequeño tren. Visto con la mentalidad de hoy, resulta extraño que la gente de entonces vieran con agrado el transcurrir del ruidoso tren por el centro de Castellón y hasta por sus estrechas calles, como la de Escultor Viciano.

Hay que decir que el pequeño pero rudimentario tren no solo era extremadamente ruidoso sino que, además, por su desproporcionada chimenea, echaba más humo que un dragón chino. Sin embargo, desde el primer día de su instalación y hasta el cierre del mismo, el "Matagüeles" como cariñosamente le llamaban algunos, fue acogido con gran simpatía por parte de toda la vecindad. La "Panderola" era el medio de transporte de las masas, social, incómodo y lento, pero siempre agradable y festivo. Con él bajaban los castelloneros al grao y la playa, aunque entonces lo de ponerse morenos no era una moda, sino una necesidad. Bastante ya se ponían al sol los trabajadores del campo, que eran la mayoría, como para volver a ponerse en día de fiesta.

El 90% de los habitantes de Castellón eran agricultores y era el "pan nuestro de cada día" verlos partir desde la ciudad al huerto, o regresar del mismo, con grandes carros del que tiraban jacas tordas de tamaño considerable. Era costumbre también y motivo de orgullo, llevar a los animales extraordinariamente enjaezados, llevando espectaculares trabajos de guarnicionería y gran profusión de dibujos en clavo dorado. Aunque para el trabajo en el campo se tuvieran unos arreos vulgares, el ánimal salía de la casa y volvía a ella perfectamente equipado; en traje de Domingo. Y lo mismo el agricultor que, atendiendo las órdenes de su señora, también se lavaba al acabar la jornada y cambiaba la ropa antes de regresar a la casa.
¡Eran las "incomodidades" de vivir en la capital!

RAFAEL FABREGAT

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