30 de abril de 2010

0071- LOS MEDIOS AGRÍCOLAS DE ANTES.

Hasta bien avanzada la década de 1.960 las herramientas agrícolas eran, al menos en nuestra comarca, muy rudimentarias. Tanto es así, que todavía yo he visto labrar los campos con arado de madera. ¡El antiguo "forcat" del que sobresalían dos pequeñas aletas metálicas u "orelleres"!
Naturalmente lo he visto muy de pasada, puesto que ya había entonces de los de hierro pero en las casas pobres, que eran prácticamente todas, todavía disponían de esa herramienta ya obsoleta.
Lo que si tenían todos era el famoso "forcat" de hierro, cuya "rella" había que forjar y endurecer en cada dos días de trabajo (según el tipo de tierra) por lo que el labrador tenía dos o tres rejas y al menos una de ellas estaba siempre en la herrería "per a llucià" (para arreglar). Se disponía también de la "giratoria", del "vernet" y especialmente de un buen surtido de azadas para todos los usos. La lligona, escarpellera, aixà plana, cavasoques, etc. etc. así como las pequeñas de "birbà".

El primer trabajo del agricultor, cada mañana, era darle al "matxo" un poco de comida que el animal devoraba aprovechando el tiempo que el dueño empleaba en preparar todo lo necesario. El "forcat" y les barres, atados al "varal" del carro, en la caja una "sarieta" repleta de paja, alfalfa y algarrobas para el animal; azadas, "corbella", el "saquet de la berena", el "canteret del aigua" y el tabaco.
Algunos, muy pocos, también cogían algo de dinero, no se sabía para qué. Mi padre siempre ha llevado un pequeño monedero, también cuando iba a trabajar al campo. (?) Mi madrastra, siempre le decía...
- No m'explique per a que agafes diners per anar al camp.
- Per si em surt una polla! -respondía mi padre riéndose.
- Està bé, està bé... fes lo que vulgues -refunfuñaba mi madrastra.
Lo más importante para él era el tabaco.
Si se hubiera dejado el arado, mi padre habría empleado la jornada en cavar los árboles o arreglar una pared caída. Pero si alguna vez se ha dejado el tabaco, mi padre siempre ha vuelto al pueblo a cogerlo, natualmente a pie.

En cuanto a los caminos de entonces... ¡Uf!
Con todos los carros con ruedas de hierro los caminos estaban destrozados. Profundas rodadas insalvables que obligaban a ir exactamente por el mismo sitio que los demás, sea cual fuere el gusto de cada cual. 
Cuando llegabas a tu finca, el animal sacaba fuerzas de flaqueza para conseguir sacar el carro de las profundas rodadas generales a fin de dirigirlo hacia el "entrador" de la finca en cuestión.
Sin embargo el duro trabajo diario al que se sometía a estos animales, hacía que estuvieran en todo momento fuertes y sanos, siempre naturalmente que no les faltara alimento en consonancia al esfuerzo que se les exigía. Tras el viaje, desenganche del carro y colocación de las barras y arado.

No había descanso. El almuerzo del labrador solía hacerse durante el camino de acceso a la finca y por lo tanto, para el animal no había un solo minuto de relax.
Llegar y enganchar "colleró, barres i forcat" era inmediato.
Los esforzados animales, especialmente en el verano, exudaban una espuma blanca que ponía de manifiesto el duro esfuerzo a que se les sometía. De vez en cuando el agricultor, al finalizar el surco que le dejaba en las inmediaciones del carro, paraba al animal y buscaba "el canteret del aigua". El "matxo" mordisqueba alguna yerba del bancal vecino o del "ribas" que pudiera haber a la punta del bancal a trabajar. Un minuto de relax, con suerte cinco, en caso de que el labrador encendiera un cigarrillo. Hasta diez si el cigarrillo había que liarlo, como era lo habitual. Buscar la petaca y el librito de papel, liar el cigarrillo, el mechero "de calbot" que no hace buena chispa...
El animal, rebuzna aliviado, esperando que la situación dure el máximo tiempo posible.

Sin embargo no, no era así. Encendido el cigarrillo el labrador vuelve a la carga; para fumar no es necesario parar el trabajo. Una mano le es más que suficiente para sujetar el arado y el trabajo continúa.
Al media mañana sí que solían hacerse una pequeña parada.
Todos agricultores, los campos estaban llenos de gente. Si no tenías al vecino de tu finca, sería el de más allá, a escasos cien metros. Era costumbre entonces lo que se llamaba "fer un cigarro" que consistía en una parada de quince minutos. El duro trabajo lo exigía. Teniendo tantos vecinos cerca, trabajando como tú, lo normal era que uno u otro se acercaran entre ellos para hacer juntos la ceremonia del "cigarret". Amena charla sobre el tiempo o la política, sentados en la pared más próxima y breve descanso (ahora sí) para el animal. Quedaban para comer juntos bajo el árbol que hubiera más frondoso, fuera de uno o de otro e incluso de alguna finca vecina. 

Si no había vecino cercano con quien charlar, era frecuente una pequeña "cabezada" tras la comida que solía durar cerca de la media hora. El labrador desenganchaba al animal del arado y le acercaba a la "sarieta" donde le esperaba el sabroso pienso. Durante esa hora larga de descanso el mulo comía tranquilamente y se aliviaba del duro trabajo. Pasado ese tiempo, más de lo mismo hasta finalizar la jornada. No habiendo otros adelantos, era normal en prácticamente todas las casas tener al menos un mulo o un burro y en algunas ambas cosas. Si se dedicaban también al acarreo de "malea", era bastante habitual tener un burro de apoyo para las cuestas. Los hornos de las fábricas de cerámica funcionaban entonces con la quema de maleza que se pagaba a un tanto por cada unidad o "gavell" que venía a ser el montón que un hombre podía abarcar entre los brazos, convenientemente atado con un cordel al efecto.

Eran muchos los hombres que se dedicaban a "tallar malea" y otros muchos también los que se ganaban la vida acarreándola hasta las fábricas de Onda con los carros, siempre provistos de un par de animales. Normalmente iba el "matxo" enganchado al carro y un burro en punta. A la vuelta el burro, ya no necesario, iba atado en la parte trasera del carro. El viaje ocupaba un día largo, por lo que era obligado madrugar y la vuelta solía ser bastante tarde.
Ante la falta de rentabilidad suficiente de los campos de labor eran muchos, repito, quienes se dedicaban a este trabajo. Después ya se llevaba con camiones, pero el "tallador" y los carros para dejar la maleza a porte de camión, seguían siendo necesarios. Los carros con ruedas de hierro, muchos de ellos ya viejos y destartalados, quedaron relegados a su utilidad como "cadafal". Los más nuevos incorporaron las nuevas ruedas de goma, pero todo tendría una vida ya relativamente corta. 

Pronto llegaron los nuevos tractores, primero escasos y dedicados al trabajo por horas. Después los particulares que, poco a poco, fueron jubilando a los viejos mulos muchos de los cuales quedaron encerrados en los corrales, ante la falta de coraje de sus dueños para venderlos para carne. Una decisión nada fácil, si tenemos en cuenta lo mucho que habían luchado juntos hombre y animal...
Los tiempos cambian y ya en auge la época del motor, tras el aprovechamiento de la zona de rodadura para la fabricación de alpargatas, el resto de las viejas ruedas sustituyeron a "la malea" como combustible cerámico. Sin embargo el aprovechamiento de los neumáticos en ese menester fué corto. Las fábricas instalaron el fuel como combustible y las ruedas quedaron sin aprovechamiento ninguno, puesto que también las alpargatas con suela de goma eran bastas y dejaron de venderse. Todo quedó obsoleto un tiempo después con la llegada del gas natural.


También el histórico "cadafal", confeccionado con carro de ruedas de hierro, "cabirones" y alguna vieja puerta como soporte de las numerosas familias, quedó obsoleto. Nuevas barreras metálicas les sustituyeron con ventaja y todo ello pasó a la historia de este y de todos los pueblos de la comarca.
Aquellos esforzados agricultores se jubilaron ya, algunos ya descansan en paz. Los duros animales de labor, han sido sustituidos por tractores que llenan las casas a pesar de la escasa o nula rentabilidad de la agricultura. También algunos nostálgicos los han cambiado por caballos de paseo, con el consiguiente gasto y nula rentabilidad. Como tantas veces se ha dicho... ¡Nada muere, solo se transforma!.

RAFAEL FABREGAT

2 comentarios:

  1. Me gusta mucho este tema sobre la agricultura relacionada con los años 60. Te felicito por estos recuerdos y enseñanzas. Saludos.

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    1. Pues sí amigo. Tema interesante que se podría desarrollar con mayor amplitud, pero la mayor parte de la gente que vivió aquella época está muerta o vieja. No creo que hayan muchos que puedan leer este Blog... Un abrazo.

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